Saber estar en la playa
 
Contemplaba  a esta gente vivir, deformándolas con generalidades risueñas.  Parecían felices, infinitamente más felices que  las de la hosca ciudad donde él vivía. Tenían el rostro plácido, el  aire tranquilo, las carnes abundantes y serenas. Lo banal, lo diario, no  avergonzaba aquí, como en aquel otro mundo donde vivía. Esta gente  sabía estar.  Se repitió la frase varias veces: sabían estar, saber  estar, regocijado del descubrimiento feliz. En aquel frío Norte, él  había perdido el viejo arte de saber estar (la frase allí era incluso  intraducible) y tendría que aprenderlo de nuevo, pacientemente,  amorosamente.  (Calvert Casey, "El regreso:,  Notas de un simulador , Editorial Montesinos Editor, S.A., 1997)  Fotos: http://annekewambaugh.com/portfolio/?pid=1