Por un materialismo gozoso: manifiesto


Por un materialismo gozoso: manifiesto

Durante la mudanza del caparazón el cangrejo prepara una recámara de humedades para su trance en vulnerabilidad. A diferencia de la cocolía, en avatar soft-shell crab, cuando procelosa merodea por el fondo marino entre ocasionales refugios, enterramientos, camuflajes, el juey construye en su madriguera, una pequeña bóveda para su estación. Como si la noche de su cueva no fuera suficiente, depara un vacío para otra noche, para una doble opacidad en quietud lo suficientemente espaciosa para depositar su cuerpo. En ella el cangrejo deviene blando y el tamiz de una inmediatez que deberá cobijarlo. Se trata de insistir en la membrana que es su cuerpo. Allí donde (siendo casco hasta en los ojos) no se puede imaginar que algo permita los destilados el cangrejo empoza su perceptiva. Entregado a esta labor de su cuerpo, cierne, decanta las arenas de su cuevilla en la cueva. Palanca, bocas y patas murmurean. Finísima, casi tejida por su saliva, una leve meseta el cangrejo eleva, más bien un lecho donde coloca su cuerpo sin sumergirlo del todo. La cavidad parece custodiar templa recién cuajada; protege una bahía cautiva. Allí el juey vaporiza su mónada, agua y a la vez deseca su incipiente esqueleto. Cultiva una transición en dos direcciones, marítimo y cavernario, aéreo y terrenal, acuático y pétreo sin embargo no negocia su sumergimiento. Se trata de otro modo de desplazarse, vuelve en quietud a exhibir la movilidad contrariada que define a los de su especie cuando, por ejemplo, agredidos avanzan retrocediendo o en fuga se retiran amenazando con su proximidad. En esta recámara se solidifica alabando con sus pámpanas el agua que no dejará inmóvil sus bocas ni las crecidas subterráneas de ese otro cuerpo de mar que nunca ahoga su cueva.

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Con el carapacho blindado lababeldelmangle regresa a proponer otra comunidad de diálogo y otra política de los intercambios. La babe is back y entre las patas enreda otra política crítica que enlace su soledad y acabe con la posibilidad perpetua de lo mismo. La soledad no puede ser condición fatal de vida pero si de posibilidades para el puente de otra imagen. Siempre en la salida, en las emergencias, desde la cueva su opacidad crustácea se juega la vida en la superficie.
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El trazo interrumpido de algunas polémicas culturales y literarias en el Puerto Rico contemporáneo ha despejado el territorio para algunas proposiciones. Las páginas que editaran en los años noventa las revistas bordes, Nómada, Postdata, los libros que surgieran de, o penetraran en esa caja de resonancia, El orden del tiempo, Literatura y paternalismo en Puerto Rico, Ciudadano insano, Nación postmortem, La raza cómica, por citar sólo algunos, las conversaciones y encuentros que permitieran otras palabras y modos desde ese entonces, las impugnaciones y descripción de la pobreza intelectual que caracteriza el mundo editorial puertorriqueño, avivados en el blog estruendomudo, así como las recientes lecturas del colapso ético y político de la crítica periodística ante las escrituras literarias puertorriqueñas, originalmente publicadas en los blogs Legión miope y boca del cangrejo: manglaria, recogidos hace poco en la revista Plural núm. 18, exhiben una corporalidad crítica que demanda lengua y mandíbula. Se trata de una constelación rota donde una comunidad ensayó modos de pensar de otro modo. Episodios donde el pensamiento imagina una salida o la catástrofe de los hábitos y los dogmas de la mismidad.
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La condición de cualquier literatura es indistinguible, es impensable, sin esa comunidad verdadera que se constituye a través o alrededor de sus textos. Una literatura existe sólo partir de los intercambios intelectuales que genere: éticos, políticos, estéticos, filosóficos. ¿Dónde se avista esta comunidad? ¿Cuál es la verdad de su aparecer en la historia? Una comunidad verdadera se aglomera allí donde se ha decidido pensar de otro modo, gozar de otro modo, exponerse a la abertura insondable de lo que aún no se entiende del todo. Se trata de una comunidad abocada a reconsiderar sin cortapisas la multiplicidad del pensamiento.
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El colapso ético e intelectual de la crítica periodística en Puerto Rico está seriamente interpelado por la avasallante estupidificación de la esfera pública colonial. El desalojo del criterio por los protocolos de la promoción y la alharaca narcisista es la aplicación del memorandum mercantil liberal en torno a la ocupación, neutralización y rentabilidad de todo espacio de producción. El vaciado de un discurso político que recorte injusticias, exponga daños y violencias de un modo supernumerario ha sido llenado con el talent show de los sananos armados de interjecciones o adjetivos. Lo que contemplamos no es meramente la banalización triunfal de todo, sino el arruinar los espacios para la articulación de un pensamiento y la entrada de toda actividad política. La vergüenza ajena ante la mutilación intransitiva de la capacidad verbal del periodista, la muerte cerebral de Presidentes, Alcaldes, Legisladores, el candor propio del salón hogar con olor a mierda del Consejero, Miembro del Partido o del Líder sindical que trabaja para quien fuera su enemigo, el retoricismo de ese periodista que sólo puede escribir oraciones completas, son parte de ese coro roto, de esa casi comunidad que aún no parece ser un demos y ha olvidado lo que significaba hacer política.
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Preguntar y cuestionar por la singularidad histórica de una comunidad, por sus estéticas recurrentes o escondidas, es habilitar el terreno de desacuerdos, polémicas y tensiones que conforman siempre un diálogo democrático, una subjetivación política plural. Dialogar no es inventariar posiciones tomadas o por tomar, repetir credos, acreditar o desacreditar moralmente las voces, mucho menos ilustrar, formar moral o intelectualmente con la conversación al aparato administrativo de un Estado o de un sistema educativo arruinado. Incluso los que se creen en los márgenes, a la izquierda, en la mejor tradición autonomista o nacionalista, clamando allí por el regreso del intelectual público no han hecho sino pintarle la fachada a esa ruina institucional y de paso remozar viejos maniqueísmos, silencios, simplezas, binarismos y feligresías.
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El día nacional del idiota se ha vuelto semanas, meses, años y la crítica no dice esta boca es mía. La ansiedad, queja, despellejamiento, abandono, silenciamiento, ninguneo, ausentismo, chismorreo tras bastidores ante los modos-otros de señalar la desnudez del falso soberano y sus compinches, la histerización ante la frontalidad de algunos textos recientes es sintomática de esa “franja de San Andrés” (al decir de un estudioso isleño del imaginario del mal) que sabotea en Puerto Rico toda enunciación crítica verdadera: “lo personal”. Les rejode la salida de la voz pero entre panas no dejan títere con cabeza. ¿Por qué tanto resentimiento, tanto ataque personalista? ¿Por qué no se conforman? Así cualquiera comiéndole los dulces a la bobería con columnas. ¿Por qué no darle el beneficio de la duda a los doñitos y doñitas de la crítica periodística: voceros de la mismidad? ¿Por qué no los consultan antes de decir o publicar algo? ¿Por qué no hacen la asignación nacional? ¿Por qué usan ese lenguaje tan extraño? Ese tipo no conoce a esa persona y mira cómo habla de ella. El ninguneo como paradoja para el reconocimiento. El ninguneo como aire puertorriqueño. Hay que respirar para vivir, nadie duda de los beneficios del aire y nadie quiere dejar de respirar, mucho menos cerrar la boca.
La crítica literaria y cultural ya ha exhibido la historia y ramificaciones del poderío de la metáfora familiar, de la gran familia y de la familiaridad (en el doble sentido del término) como perceptiva política y comunitaria. Sin embargo, apenas ha movido un dedo para pensar y cuestionar el tinglado de buenas costumbres, genuflexiones y bregas retóricas que han cristalizado y hegemonizado los modos de dirigirse al otro, de polemizar con las otras posiciones. El consenso mercantil ha triunfado, sólo queda simular una oferta distinta desde mi kioskito. Así mejor debatir (vender) posiciones en vez de de-liberar criterios: Demostrar que nos queremos, que lo hacemos mejor, que todos, de acuerdo a nuestras maneras y talentos, “contribuimos al país”, que resistimos “aquí” con solamente mostrar la mejor de las intenciones.
La obligatoriedad de la poética y política del elogio, la ideología en torno a esa didáctica que supuestamente arrastra toda producción cultural, es el decorado naturalizante de la mutación de una cultura crítica en protocolo promocional. Es la exhibición obscena de la condición del capital hoy y de nuestra rimbombante minoridad colonial.

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La evasión o el escamoteo sobre la especificidad y el lugar del criterio y la sofisticación en plural, en vibración heterogénea con los eso es lo que hay, qué se va a hacer, la liga en PR es una liga Light es resignarse (en su sentido cristiano), es contribuir al ecumenismo mediocrizante que destila una escena cultural todavía demasiado espiritualizada a pesar de un cinismo vulgar que ya trivializa hasta la materia en su afán por no mirar hacia donde el soberano desnudo se juega con sus partes. Pero el rey está en pelotas y moronea así que a organizar talleres, recitales, mesas redondas que sólo espectacularicen el talento de los participantes, de las generaciones, de las mercancías-libros que nos ayuden a ser mejores ciudadanos. El talent-show como utopía y template para la visibilidad pública. La literatura como asunto de talentos, como competencia entre lo más reciente, como torneo de géneros, de libros, como bitácora de los arribos de los new kids on the block. En pasarela las promesas hacen aeróbicos, Narcisos intransitivos se ejercitan, queman grasas e inclusive los freaks rapidito proceden a rentabilizar sus costumbrismos, lenguas, heridas y hasta dizque su crítica contestataria.
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Dicen creador, literatura, homonormatividad, maricón, negro, diaspórico, caribeño, colonial, poder, racismo, profesionalización, intelectual, privatización, cultura, calidad, provincianismo, homosexual, fantasma, izquierda, síntoma, casi nunca capitalismo pero igual creen que han puesto a salvo sus conciencias o a sus performances políticas con la mera enunciación del vocablo. Por arte de magia dejarán de ser colaboradores, dejarán de ser subordinados del mercado o de las institucionalidades que no sólo han abaratado la experiencia social, también se han enriquecido real o simbólicamente con esta desertización discursiva.
Materialistas de la boca o de la foto pafuera siguen espiritualizando todo lo que tocan, rociando con perfume barato la caca de la repetición vacía de esa terapéutica moral que supuestamente constituiría desde siempre nuestro ethos comunitario. Se autoflagelan de un modo chic, genuflexos en mortificación por la heroica o humilde carne nacional, igual hablan de votos de pobreza, ensayan yo acuso, se amarran a postes y vociferan sacrificios, en entrevistas y artículos muestran su sensibilidad atormentada ante la debacle de la “calidad de vida” pero guisan, comen aquí y allá con los que antes despreciaban, cosa de aplacar la ansiedad del amo con un quieren hacer algo con lo que son, están bregando con el país. Negocios, periodismo, programas de radio, televisión, videos, películitas que nunca pueden abandonar el color local o el exotismo incluido el de la pobreza, siguen jartándose conscientes de los manjares que se perdieron por practicar un ascetismo sin congregación, practicing a religion without a roof dice un verso del Puerto Rican Obituary.

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El mandato identitario, nacional, telúrico posee un perfil subjetivo, un protocolo para la visibilidad del autor(a) puertorriqueña(o). Se puede abandonar el simple mimetismo boricua pero todavía están fijas, inamovibles los modos de acceder o usar la palabra en la esfera pública-institucional. Atados están a una concepción terapéutica de la experiencia literaria o la experiencia política en Puerto Rico. Pocas veces le salen al paso el anti-intelectualismo de la esfera pública insular. ¿Qué imagen de la crítica, no el personaje público o el género desplegado en los estantes de una librería, demanda esta no-comunidad? ¿Por qué en vez de asediar problemas, temas, estéticas se ataja hacia la enumeración con confetti de los perfiles, los rankings: el autor, el maestro, el triunfador, el ganador? Volvamos a mostrar los modos que escogen estos seres, pues si no nos enseñan a entender el bulto de la experiencia puertorriqueña, nos muestran al menos su biografía poético personal. ¿Cómo aparece lo literario, su lectura, en el espacio público hoy? Se confunden particularidades: ¿Qué desata una escritura? no es igual a ¿qué fama o reconocimiento desea ese ego? ¿Qué significa leer, qué experiencia de lectura se ha proyectado allí? no es idéntico ¿a qué se lee, cuánto? ¿Puede seguir siendo alguna literatura una experiencia, ex-periri, una travesía por el peligro y la afectación de un sensorium? Reinaldo Arenas en un contexto lejano y cercano decía: "En un sitio donde nada se puede decir/Hay que decir./Hay que decirlo todo."
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Se trata de no reducir las heterogeneidades al imperio del número o a los dictados de una comunidad que los trascienda en el más allá de la nada. Se trata de no recurrir a un pensamiento lineal, didacticón, empalagoso o meramente guberna-mental. Se trata de no dejarse intimidar por la complejidad, de no hacer del otro un contrincante que debe ser expulsado o eliminado. Se trata de no apelar a nacionalismos fofos o populismos anacrónicos que solo movilizan consumidores, estudiantes, talleristas o doñitos los días de misa: sujetos que añoran superarse. Hacia una crítica de la superación. Crítica de la razón superada o superable. Se trata de no colaborar con la misma ñoñería improvisada de siempre. Se trata de elaborar otra lógica de la resistencia y de modos de lidiar con el desalojo y nuestra nomadía. Se trata de liberar el deseo pero ¿hacia dónde? Se trata de producir pero ¿qué y por qué? ¿Qué alternativas emergen deaverduras allí donde sólo se vocifera que viene otra cosa que nunca acaba de llegar o que es el desayuno refrito de esta mañana? Se trata de asumir, no celebrar ni demonizar, el aire de lo menor y del fracaso de nuestras ideas en la Gran Arena de lo Histórico para configurar el tamaño real de nuestra tradición.
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¿Dónde late la cultura crítica? ¿Cuándo apareció en el archipiélago? ¿Cuál es la forma terrenal de sus cuerpos? ¿Cómo se define? ¿Cuándo produjo un saber? ¿Dónde ha articulado saberes? ¿Cuándo ha sido expulsada o integrada? ¿Cuándo devino administración o grasa departamental? ¿Ha existido alguna vez una izquierda libertaria entre nosotros?
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La criatura mueve sus patas y bocas, el choque de las aguas y la arena sedosa anuncia que ya su cuerpo está listo para la intemperie. Flexiona y escucha los crujidos. Sobre sus patas se eleva, de su pámpana gotea la mar. Cual insecto trepa el cielo raso del habitáculo donde experimentó su metamorfosis y escarba hacia las alturas. Poco a poco la luz se insinúa hasta que el techo se desploma exponiendo un roto acuoso en el litoral. De la arena vuelve a surgir y se dirige al conducto que lo conectaba a su cueva. Su nueva coraza significa la revelación del lugar de su escondite y por lo tanto tendrá que abandonarlo. Con la lentitud que sólo la soledad comprende, el cangrejo se asoma a la superficie. Comienza a excavar de nuevo. El cazador del manglar en la noche, por igual, buscará evitar esos huecos imprevistos donde puede caer estrepitosamente, como aprenderá a reconocer taimado la cercanía de la presa.

Comentarios

  1. se capta el sonido del juey contra la olla de metal llena de agua hirviendo. se entiende su lucha contra las burbujas humeantes que le laceran el caparazón, activadas por las legnas de los negritos de loíza. para ellos no hay más na, hace hambre de juey... sal con raja de limón.

    1. coincido con el diagnóstico de la estupidez general.

    2. peleo contra la concepción de que la comunidad tiene que pronunciarse sobre el estatus del contenido de la escritura de los jueyitos para que la misma cobre valor o se sientan los escritores "activaos".

    3. trato de articular una propuesta de contaminación que sustituya lo que identifico con cierta nostalgia de orden en la anarquía imperante. Asumo que no hay cultura crótica "a rescatar" sino más bien conversaciones que montar-a-pesar-de, olvidándonos del desierto de la estupidez, restándole importancia, no permitiendo que nos siga robando tiempo y espacio para lo que buscamos escribir: o sea, joder.

    4. esa contaminación postdiagnóstico y postnostalgia de organización "alla julio ortega o la arqueología de nuestras letras poquitas", se refiere a un abandono necesario de la mezquindá sin tener que afiliarse a la secta de san francisco de asís. es una manifestación de la inclusión y el espaye, de la lectura y comentario del chorro de lo que sale por ahí para conectarlo con los rotos de los que se habla en el mangle, en las cuevillas esas mentás del sacralizado litoral.

    5. ni siquiera los jueyes machos se leen entre sí y, horror, todo juey macho quiere dictarle órdenes sobre cómo se lee y se escribe al crítico cultural pero sin mojarse las palancas en el aguita hirviente de la crítica cultural. Sin contaminar sus textos o su discurso consagrado a su "vocación". No hay babilla, repito, en el babote literario nacional, para publicar o para recibir la publicación de opinión. No muchos se quieren dejar picar por la boquita sucia y barbuda espantosa que tiene el juey.

    Besos negros hasta que amanezca en Babel, de
    mcc

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  2. El beso negro gustoso es, al igual que tenerle, con las resonancias de su nombre y la miel que sí sabe de picaduras y mordidas, por estos linderos. La hiel rimaría también.

    La inexistencia de una condición institucional para la crítica no significa, para moi, hasta donde he percibido desde mi enclave lector, que la cultura crítica no haya pulsado en el litoral. Espasmódica, inconsecuente, frágil u ocasional de vez en cuando ha asomado sus cascos. No se trata de sistemarizarla, ni de rescatarla sino de conversarla, de pensar en sus particularidades y emergencias. Aún en la verdad de su inexistencia.

    Joder como modo de conversar, de agitar el marasmo de lo mismo, la mezquindá que mencionas, es, por qué no, una pluralidad de poéticas y de tonos. Soy de los que creo que la estridencia hoy es un modo del consenso, por lo que hay que usarla como escudo o redirigir sus bocinas. Se nos ha olvidado calibrar cuáles son las verdaderas obscenidades, las que desaforan el orden cristalizado de la mediocridad. Esa es otra historia compleja nuestra que ayudaría a des-espiritualizar los modos dialógicos de la cultura: el desprecio glotón por lo que igual nos parece "foráneo" o aquello que nos es demasiado inmediato y demasiado real. La burundanga como problema grave y como magma de potencialidades. Hinca por ahí.

    La nostalgia no tiene que ser un suspirar idílico ante lo que fue alguna vez. Hay una posibilidad política en la nostalgia precisamente porque en ella espejea lo que nunca fue, lo que nunca ocurrió o lo que nunca podrá ocurrir. Como exhibición emotiva, la nostalgia podría ser cierto cuerpo afectado ante una carencia; como reclamo, como apropiación emotiva ante un daño obligaría tal vez a pensar la supuesta plenitud de la fiesta identitaria, de la ética jodedora; la nostalgia puede sacar el orden perceptivo fuera de los dictados de realidad del presente o de la marcha hacia el futuro; permitiría, quizás paladear una falta irreparable. Unos besos bajo una palmilla cargada de minúsculos frutos rojos como un mamey herido.

    La babilla: posta de carne que se presta a cocciones o cortes. Aquéllo que fue el músculo, el tejido. Coincido en su escasez literaria nacional. Pero a la Carnicería nunca se asomarán vivas las reses.

    Igual de negros los amaneceres del beso en Ud y los suyos.
    lbm

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