La fiesta vigilada, de Antonio José Ponte por Rafael Lemus (tomado de Letras Libres, mayo 2007) En cuanto al ‘comandante Fidel’, el señor don Castro, elévese simplemente a la décima potencia a Machado, el ‘burro con garras’ que dijo Mella, y ahí lo tienen, ahí tienen al tirano de los tiranos en este continentucho de tiranos, al máximo criminal, el energúmeno, el granuja, el carcelero, el cancerbero”, escribió alguna vez Fernando Vallejo. De esta furia tiranicida está desprovista la obra del cubano Antonio José Ponte. Aunque disidente, el hombre no desespera ni compone rabiosos panfletos contra el déspota. Pese a haber vivido hasta hace apenas unos meses en La Habana, no delira ni asesta golpes distraídamente. Por el contrario: quienes lo han leído suelen destacar, casi sin falta, su contención y elegancia. Lo mismo en la novela que el ensayo, la poesía o el relato, Ponte (Matanzas, 1964) es un mesurado: escribe una prosa templadísima, como si su celda no fuera un infierno sin aire acon