Al cine no se llevan candungos… Diálogo sobre El Cantante.
MotetedeIndias: Bueno ya, deja la pelea.
Se hizo lo que se pudo.
Mira ya no hay closed circuit hacia el manglar como cuando las peleas de Ali y Frazier.
Cómo es que dice tu grifo increíble: En alta mar soy capitán, pirata yo soy de la mar. Total, otro cablecito más en tu enchufle no te vuelve server ni se te lastima la rabadilla. Como no fuiste tú quien llevó la camarita. Si eres casco hasta en los ojos.
lababeldelmangle: Ajá. Dale que se me seca la pámpana.
mdi: Nos debemos hablar de El cantante. Leernos de otro modo. Por lo menos pasear esta conversación. El post de Rodríguez Juliá me parece, ahora, mucho más acertado.
lbm: Igual lo que dice Rafael Acevedo sobre la calidad de la película, ni excelente ni fatal, tampoco mediocre. Sencillamente un intento fílmico con sus momentos y en ocasiones sin nada en la bola. La música se escuchó y cuando uno quería más te dejaban caer.
Hablaba los otros días con otra buruquena temible sobre la capacidad de la escritura de Rodríguez Juliá para estimular coincidencias y rechazos igualmente viscerales. Además, tiene un ojo extraordinario para detectar las pretensiones y aguajes boricuas. Por ejemplo, no me parece que la película comience con el desacertado choque actoral entre Marc Anthony-Lavoe y su padre-Ismael Miranda. De hecho, a ese black hole edipal nunca se le hizo verdadera justicia. Empieza en la calle, en el ajetreo y prisa que conlleva arrimarse a la fiesta, en lo que sostenía los conciertos donde Lavoe presidía el ritual. Por ahí se pudo haber transicionado a otra cosa.
mdi: Fíjate yo imaginé que reprodujiste lo de Rodríguez Juliá por la manera en que intervino en el casi-debate generado en Puerto Rico sobre la “veracidad” de la película. En eso, en lo que dijera Mayra Montero en su columna coincido. Las demandas de verosimilitud, didactismo, evangelización mediática y pacatería moral son el lugar asignado a “lo artístico” en Puerto Rico por los discursos de consagración pública, sobre todo si trata de un tema que tiene a la identidad en el foco de sus resonancias. “De eso no se habla” se intitula lo de Rodríguez Juliá, ¿no?
lbm: Es que puedo oírlos: Eso no pasó así. Esto fue allí y estotro fue durante aquello y ya yo lo dije en mi libro en la página 12 (de venta en una librería cerca de usted y por ahí viene otra edición-Cristo lo ama). Peor, la cultura de la negación es paradójicamente obscena en sus tachaduras y afanes moralizantes. Si la “disfuncionalidad boricua” habrá de ser representada será al servicio de alguna redención, “superación” (palabra boricua para la depresión jíbara de la moronidad) o lección de servicio al país.
mdi: La película nunca se decide entre narrar al cantante, qué significa ser un cantante como Lavoe y la historia de esas mujeronas de los 70’s y los 80’s que se robaban la tarima o el espacio de la danza. (Lo que te perdiste babe…) Lo que la media lee como un desbalance entre las escenas de JLo y Marc Anthony es más bien la marca de un defecto narrativo del filme, de dos relatos que nunca establecen su densidad o eje, dos historias que nunca comparten el espacio o se complementan: el lugar de emanación terrible de la voz de Héctor Lavoe, por un lado, y por el otro, el amor y las éticas de “lo femenino” representados por Puchi en medio de esos años de gloria salsera.
lbm: Yo me asusté. Creí que durante los créditos finales iba a aparecer algún sociólogo o crítico cultural sonriente hablando desde el Centro de Estudios Puertorriqueños de la contracultura positiva y el espontaneismo libertario… Te acuerdas de aquello de “solidaridad sensual” para nombrar un buen polvo.
mdi: No jodas. Creo que la naturaleza de esos arrebatos, de esas estéticas y esas voluptuosidades en movimiento todavía son incómodos para cierta audiencia tanto en los EU como en Puerto Rico. Además otra biopic musical luego de Ray, Walk the Line.
lbm: ¿Te acuerdas la que hizo Clint Eastwood sobre Charlie Parker? A Spike Lee no le gustó y respondió con Mo’Better Blues pero ni fu ni fa. Al mambo: Es un impensable que Lavoe estuviera destinado al tecatismo, que su tecatismo fuera un caldo decisivo tanto en los desempeños de su talento como en su muerte a los 46 años. Que el silencio, las carencias, la chatura y el desgarre querencial de la casa familiar, todo, hubiera funcionado como un carimbo irredimible que firmara su voz—está cabrón— no se lo perdonan. Alguien siempre necesita decir, esa frase tan repetida en estos días de guerra: “pero no murió en vano”.
mdi: La película se torna exótica y banal cuando se acerca al tópico del grano de la voz del Cantante. Las escenas de su entrada a la santería, al igual que su relación con el dolor son pobrísimas.
lbm: Para mi, esa era la historia. ¿De dónde provenía ese tono? ¿Dónde reverberaba y de qué manera? La película revolotea en torno al poema “El cantante”, que le entregará Rubén Blades a Lavoe, y nunca puede lidiar, a pesar de la trascripción en la pantalla, con lo que “dice” la canción y lo que escuchara Lavoe. Esa canción es el relato de su subjetividad pública como una meseta adictiva e igualmente inaccesible. La imposibilidad suprema de Lavoe es convencer al público que lo consume, que esa comunalidad reunida en su performance es un espejismo acústico; lo que tienen en común es una nota negativa que guarda siempre en lo oscuro el pálpito del dolor. Esa es la canción-jaula del cantante donde expone la demanda de una performance que no cesa. El público invisibiliza, con las imágenes felices que proyecta sobre el “Jéctor” jodedor, la negatividad que le sostenía la voz. Mientras sucede Héctor Lavoe toma la palabra. Por eso desafia y se arrebata mientras procede la canción. Ese espectacular número con violines y con motivos del “lamento jíbaro” puertorriqueño es el despliegue de la paradoja acústica que define el desencuentro identitario del Cantante de los cantantes con su comunidad. El desasosiego y el desespero en la voz de Lavoe son constitutivos de su grano en la voz. Lavoe entraba a un mar que lo aclamaba, poblado también de rostros indiferentes, odios, juicios, envidia y desconfianza que por qué no, lo podían querer y aplaudían. Pero "si no me quieren en vida, cuando muera no me lloren". Supo que aquellos que lo siguen lo hacen porque canta “sobre la vida” y les dosifica magistralmente el olvido de las penas y los dolores. La escena temprana con el taxista lo recoge en clave menor: “¿Estás pelao? tú canta, yo te llevo”. Yeah, right.
mdi: Trampa, estás glosando nuestro libro favorito. Hij@eputa.
lbm: Para algo debe servir. ¿No te parece?
Otra cosa, ligarnos a Marc y a la JLo es parte del gancho de la película. De acuerdo.
También las dificultades que supone representar el trazo de algunas pasiones.
mdi: Eso también es fuerte. La gestualidad de estos apasionados boricuas ¿son parte ya del almacén de códigos de Hollywood o habrá algún rincón, algún sustrato, babote singular no visto por el dúo JLo-Marc Anthony y el director Ichaso?
lbm: Yo creo que lo han contemplado y quisieron incorporarlo. Piensa en el efecto que tuvieron las escenas sexuales de Almodóvar entre un público acostumbrado a los polvoretes glossy y olímpicamente anglos de Hollywood. Los gestos de Pacheco estuvieron de película, valga la redundancia, igual que ciertos manerismos de la Puchi como las manos de Lavoe durante los conciertos. Igual la cosa nunca agarró vuelo.
mdi: Pero ahí es que la perpetua del costumbrismo en la Isla “strikes back”. (Ya empecé a replicarte.) De igual modo, la aparición de los versos de algunas canciones en la pantalla parece haber sido el único momento donde la película intentó reconocer que algo sucedía en ese registro, en esa lengua. Fue un gesto de traducción, sin duda, que tanteó con la realidad escenográfica de esa poesía, con la particularidad visual de lo poético. Recuerda que esas letras vaporosas en inglés, con la densidad vacua del humo en los locales oscuros prefiguraban un fantasma textual que el filme nunca pudo mirar a la cara pero debían acompañar los momentos musicales de Lavoe. Algo intraducible apareció en dirección contraria al deseo de traducir el texto-performance, pero, las máscaras pesaron más que las voces.
lbm: Papa, el tostón no encuentra su salsa en el mero catálogo de esas imágenes que nos dirían lo que estamos siendo, sino en el sumergimiento de la particularidad de una imagen que ya se ofrece en su declinar. No es el rastreo positivo de ellas sino su colocación, su deglución tal vez, su desmembramiento histórico.
mdi: No te resuelvo más. Estás cabrona. ¿Y la escena con La Chacón en la tele, qué te pareció?
lbm: Don’t get me started. Nipallá voamirar, eso duele. Ese es otro tema sobre el que algunos de los aquí implicados han vertido mucha tinta...
mdi: y otras sustancias.
lbm: Que bonito, tan tropical, que lindo te quedo. No vuelvo…
lababeldelmangle:
ResponderBorrarA hablar de las parejas que vi bailando en los pasillos de la sala de cine, de las caras de pasmo del público norteamericano, del coro que yo le hacía a Marc-Jéctor a todo pulmón, pese a que para mí él nunca me convenció con su actuación, de las personas que se levantaron de sus asientos para largarse y, probablemente, pedir un reembolso.
Yo también hablo con buruquenas, y recuerdo haberle dicho a una de ellas hace muchos años que Jéctor siempre será mi cantante favorito porque su voz está atravesada por un llanto borincano, por una tristeza disfrazada de jodedera que me lacera. Tal vez ese público norteamericano que prefirió irse antes que llevar una escena más, no pudo lidiar con los golpes (debilitados en la película por la traducción y la superposición de la voz de Marc sobre la cavidad del repertorio del Cantante de los Cantantes) que el filme asestaba.
En total, la película no me gustó porque nunca reveló su singladura, nunca agarró vuelo, nunca aterrizó. Si no fuera por las escenas musicales, la detestaría sin paliativos. También, me entretuvo fisgonear a los otros cinéfilos, y sus respectivas reacciones de cara al descontrol salsero de los 70 y 80.
A hablar,
Otoh-boto
Otoh, yo no sé si se podía bailar bien ¿o sí? Ganas no faltan pero los números no duraban lo suficiente. Tararear, cantar sí. Además el cine obliga a cierta frontalidad perceptiva, cierta pausa para la contemplación. Ir al cine a bailar es como nadar en traje de bodas: un bonito poema surrealista, una nota asquerosa o una costumbre folklórica de lo más nice como hablar durante la película por el celular. Si pago (cosa que no hice) por ver la pelí y se me paran de frente, a bailar, Chencho y Chamu-laballenasesina- yo también pido reembolso. Eso era lo rico de los bailes y algunos conciertos que había espacio, tiempo y bruma para todos. Humito del diablo como dice un cangrejo hemanísimo.
ResponderBorrarEl homenaje, las caras de los fiebrús son parte de un ritual nostálgico muy poderoso, sin duda, pero ¿no lo sientes desencontrado con el "ahora"? Ese desencuentro es productivo y me parece una marca temporal del género.
Insisto después de verla no me sentí defraudada como tampoco volé la caja del eje.
lababeldelmangle:
ResponderBorrarBailaron en la parte delantera de la sala de cine donde el espacio es suficiente. Nada de Chencho y Chamu-laballenasesina.
Y la caja del eje se llama JLo-Puchi en blanco y negro; sus intervenciones son prescindibles y nadie me puede convencer de lo contrario. Entre Ichaso y JLo (sin Puchi) se produjo un guión que no me agradó ni me dio nada para contemplar. Por lo tanto, ligué.
Sigamos el diálogo en otro paraje,
Otoh-boto
Nadie le quiere convencer de lo contrario. (Porque si me convencen me enfogono mucho y abandono al pueblo que amaba tanto su música) Agitado pareces Otoh. Respire hondo, inhale, exhale. Espero que no sean los nuevos aires del paraje.
ResponderBorrarFlacos o gordos entre la pantalla y moi, palacalle.
Abrazos post-verano.
Mazacote con viandas: estoy de lo más tranquilo. Sin embargo, el aire puro molesta un poco.
ResponderBorrarPuyitas y guiños perversos,
Otoh-boto