El fraude como tradición
El fraude como la tradición verdadera. La que ha logrado organizar una continuidad y una presencia histórica en las islas. Económica, social, educativa, política, discursiva. Paseantes en esa galería los que han robado, saqueado, desfalcado pero también los que al apalabrar sus utopías o sus modos de libertad continúan endeudados con gestos sacramentales vacíos, parasitando con rituales, credos y consignas cualquier tipo de cuerpo. Los que han hecho de la palabra "contaminación" una palabra absoluta, esencial, transparente. Tradición del robo del presente, del saqueo de su cuerpo. Tradición del engaño y el escamoteo que siempre insiste. Se niega, con coherencia pasmosa, a mirar su ethos comunitario con todas sus autoridades y sus imposibilidades, las que tuvo, las que tiene y las que nunca practicó. Tradición bipolar ante los rugidos de la manada o ante las inscripciones de sus saberes. Conquistadores, encomenderos, gobernadores, caciques, piratas, invasores, capataces, cimarrones, administradores, letrados, políticos profesionales, joseadores, traficantes, tiradores, lleva y traes, funcionarios, consejeros, académicos, poetas, narradores, comediantes, publicistas, periodistas, maestros de ceremonia, genuflexos que ya son maestros o no lo son, espectadores de su propia caca o de su propio jardín. Una tradición cultivada, adiestrada, curtida para nunca decir la verdad. Un comienzo por ensayar. Lo que dicen los despojos en la arena.
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