De espaldas al paisaje
De espaldas al paisaje
Juan
Carlos Quintero-Herencia
“Hete aquí este paisaje digestivo
recién pescado en linfas antillanas:
rabo de costa en caldo de mar vivo
con pimienta de luz y miel de ananas.”
Luis Palés Matos, “Menú”, Tuntún de pasa y grifería.
Cederé
unas oraciones a la obligatoriedad de la esperanza, a los beneficios
medicinales, siempre municipales del optimismo. Acabo de ver y escuchar el
último mensaje del gobernador de Puerto Rico, Alejandro García Padilla, en el
cual anunció que no se presentará como candidato a la gobernación en las
próximas elecciones. Mi esperanza atraviesa lo que apenas se percibe en el
mensaje. Mi esperanza nada tiene que ver con el futuro, mucho menos con el futuro electoral del partidismo puertorriqueño. Mi esperanza tiene que ver con el recuadro del mensaje, con lo que la
figura y palabra del gobernador bloquea. Me ha emocionado la insistencia del
paisaje que recama la retórica triste del actual dirigente. Ese paisaje que algún consultor utiliza como trasfondo, como escenografía. La persistencia del paisaje parece quedar ahí, en
medio de esa luz esponjosa secretada por las nubes. La insistencia de una
belleza cada día más arrinconada, incluso cuando más se la da por sentada.
Mi
esperanza: el paladeo silencioso y privado de la belleza de ese horizonte que, sin duda, pone
todo en perspectiva. Se trata de una esperanza íntima, frágil. Esta esperanza
no sirve. Esta esperanza no pone la mesa. Ahí sigue ofreciéndose. Dadora de distancia, lejanía y
rumoreo: invisible carcajada de espuma. Las fauces abiertas de un horizonte
que entre las ondulaciones del color continúa haciendo lo que ha hecho por
siglos: Disolver estos pronunciamientos. Tragarse a los que allí viven.
Desaparecerlos. Registrar nuestra desaparición.
Un
hombre de Estado mira incómodo a la pantalla. Intenta la fluidez de la
elocuencia y la convicción. Lee una pantalla. Un gobernante, de espaldas a las montañas y al
litoral, dirige su palabra al pueblo puertorriqueño. Parece más un obstáculo al
ojo, algo que está allí en medio. Incluso un emblema para la temporalidad
simbólica, para la relación histórica que ha establecido la política
convencional de los últimos días con la materialidad de la isla. Su retórica: un perfil interpuesto,
la sombra de un perfil vacío de señas como los que ofrece la aplicación Photo Booth en mi computadora
para vivir la fantasía de posar en una foto, en un lugar donde nunca
he estado.
Oigo una voz que me dice:
Mijo, salte del
medio que no veo.
La
palabra del Estado es ese cerco al paisaje, la tachadura, el marco que se sobre impone. Allí entonces se deben pronunciar palabras
como Gobernador, Honorable, Parcela, Progreso, Luz Eléctrica, Mano Amiga del
Gobierno, Crimen, Dispensario de Salud, Tasa de Asesinatos, Parir Agricultura, Antorcha,
Corredor, Dios, Bendición... Palabras-adefesios, discursos-“obra pública”
surgidos de esas decisiones “planificadas” que no paran su metástasis sobre la
geografía de la isla. ¿Con qué estructura, re-estructurar? ¿Con cuál solvencia,
resolver?
Qué
cosa, todavía se dice en Puerto Rico “Gobernador” para mentar al Más Alto Dignatario
del Estado Libre Asociado de Puerto Rico. ¿Se dice todavía “dignatario”? Gobernador:
Una palabra que pertenece al Tiempo y al Pabellón donde retumban vejestorios y
charrerías como Alférez, Condestable, Capitán General, Colonias Ultramarinas,
Indias Occidentales, Ministro Plenipotenciario, Vicario, Comandante en Jefe,
Almirante.
De
paso, ¿no habrá entre las docenas de órdenes de allanamiento del FBI alguna traspapelada, dirigida a quien escribiera este “mensaje”? Pues, de seguro, malversa fondos. El "mensaje" del hombre o mujer de Estado como un modo de allanar, de volver plano, de derribar lo que no cede (por el momento) entre rugosidades y densidad.
The vision, the “democratic vista,”
is not metaphorical, it is a social necessity.
Derek Walcott, “The Muse of History”
Esta es
mi esperanza, mi sonrisa queda. La persistencia del contacto, del cambio de dirección
histórica que desata la imagen más allá de las intenciones, de las voluntades
protagónicas de aquellos que en ocasiones participan de su cuerpo. Al menos hoy,
a finales de 2015 parece que el contraste entre el Estado y el paisaje
puertorriqueño nunca ha sido tan desolador como patético. No hay camuflaje que
valga, ni cámara de resonancias que salve a esa mirada Guberna-Mental, entre-metida,
cogida entre la súplica, el inventario de logros y la humildá. El cordero del
escudo de la isla, presto al “sacrificio”, sensitivo y leal, también insiste en mirarte a los ojos
y tú consciente de que atraviesas that awkward moment cuando desean intimar con tus ojos, y tú (zape) no encuentras donde posar la mirada.
Mi esperanza
sigue afuera, fuera del tiempo de la buena nueva y del sacrificio. La esperanza
inmisericorde y cruel que dedica el “paisaje”.
Silver Spring, Maryland 15 de diciembre de 2015.