Izquierda y entusiasmo. Bernie Sanders en Puerto Rico



Izquierda y entusiasmo. Bernie Sanders en Puerto Rico.
Juan Carlos Quintero Herencia

The elefant in the room tiene lomo, pelos y señas. El fracaso histórico de “interpelación”, la in-disposición o falta de aptitudes para el diálogo abierto, sin cortapisas de la izquierda puertorriqueña. Su imposibilidad de proyectar, de apalabrar con rigor intelectual y político, en este mundo y ahora, una mejor vida para todos. Este fracaso es ya una marca de su historicidad moderna e incluso ya se lo usa como moneda de cambio en la esfera electoral. Bueno, en verdad, hay que esperar a que se cuenten los votos.

Un paseo por las redes y por el circuito de amistades en Facebook, sin embargo ya devela las señales acostumbradas. No digo que mi paseo sea representativo pero algo devela. Ya enfilan algunos sus focos sobre el perfil ideológico, intelectual o moral de los entusiasmados con la candidatura presidencial del senador de Vermont, Bernie Sanders. Ya reaparece el cotejo de “ideas correctas” o de las “palabras justas” en la siempre sospechosa condición de Bernie como político norteamericano. Esta radiografía moralizante que pasa por pensamiento crítico acostumbra hacer acto de presencia en algunos de los conflictos recientes en Puerto Rico. La vimos en los debates sobre la inédita oleada migratoria que deshabita la isla, siempre aparece ante los que se lanzan a defender la vida, gozos y derechos de la comunidad de LGBT y dijo "presente" entre los que osaron pensar la condición universitaria en el Puerto Rico de principios de milenio, por dar algunos ejemplos.

La operación es simple y por eso mayoritaria. No lidiar con el aquí y ahora económico-social, cultural e institucional que acicatea estos asuntos, sino concentrarse en la biografía de los voceros o en los protagonistas de los mismos. Reducir la situación a tal nivel de simpleza que nada se pueda decir porque nada ha producido o dice la reducción. Esta mala maña no es un accionar exclusivo de la izquierda.

La brecha, de entusiasmo o solidaridades, que se abre entre la verba de Bernie y la de la izquierda puertorriqueña no la rellena o la determina unívocamente la cosa colonial, ni el recuento histórico de atropellos y victimizaciones del “socialismo” puertorriqueño. Adelanto que no creo que se trate de un problema de vocabulario, ni tampoco de “posturas”. Es un problema del pensamiento político que se vuelve sensible, que se vuelve lenguaje y tejido afectivo en la res publica. La habilidad para sumar y atraer en la política no parece estar garantizada por suministros de último momento, improvisaciones o happenings para el sacudimiento de las conciencias o llamados a la movilización.

Mientras tanto, ¿se podría dejar atrás el lagrimeo, el efectismo o la ira regia? ¿Nos evitan, por favor, la condescendencia, la lección magisterial, el tantrum baby-boomer o el golpeteo de pecho decimonónico? Aunque se “parezcan” algunos de los pronunciamientos de Bernie a los de cierto liderato puertorriqueño, nadie se sorprenderá si los “entusiasmados” de hoy con Bernie no apoyen mañana, en el esquema electoral puertorriqueño, con el mismo nivel de intensidad, esas luchas que suenan y son idénticas en contenido a las de Bernie. Ni subestimar el olfato de la “masa colonizada y enajenada”, ni tampoco ningunear lo que nombran con la palabra “esperanza” o “vida mejor”. Mucho menos pensar que la implosión institucional del ELA y la aprensión generalizada del presente ante el actuar político institucionalizado no ha tocado a sus minorías o a sus “víctimas” históricas.

Todo actuar político que desee circular en el espacio social puertorriqueño, que desee con su aparecer público alguna transformación sustantiva del estado de cosas actual, podría no comparta-Mentalizar su discurso, dejar de enmarcar (simplificarlo) todo a través de esas supremas dicotomías morales o a través de la patética construcción de Un Sujeto Histórico Pleno Idéntico a Sí Mismo y en Perenne Estado de Resistencia Heroica. Con estas operaciones no sólo el político convencional, también la intelectualidad Guberna-Mental, han escondido su pobreza intelectual y teórica, además de ayudar en la cristalización de la cartografía política neoliberal donde se tornan equivalentes, se neutralizan y se jerarquizan las demandas y daños que atraviesan el espacio social puertorriqueño.

Porque, en primer y último lugar, se los identifica, se los filia. Los daños o demandas de justicia, antes de ser escuchados, pasan siempre a un segundo plano como resultado de tasaciones identitarias o de exploratorias morales en la ascendencia institucional. Nadie duda tampoco que la ineptitud y la apatía decidan la quietud del status quo. En fin, el dolor en tanto es de los demás ya no es dolor una vez ha devenido marca de identidad, signo de pertenencia o síntoma de ese otro que de alguna manera se lo buscó.

La escucha entusiasta y la solidaridad hacia Bernie (que no habría que idealizar ni subestimar) no pasa, en exclusiva, por los contenidos anti-capitalistas, críticos del neoliberalismo (aunque esto no es poca cosa) sino por una práctica mediática que se empeña en exponer otros modos de actuar-decir políticos a contrapelo de la plantilla consensuada para acceder al poder ejecutivo en la democracia representativa norteamericana. Son varios elementos, sin duda, nunca es uno solo lo que ha producido el fenómeno Bernie Sanders. Bernie no surgió de la nada, ni empezó en cero, por más que los medios establecidos en los Estados Unidos insistan en ningunearlo o tipificarlo.

No son las palabras, es lo que insiste en aparecer a través o incluso a pesar de ellas. Juega un papel decisivo en esto de convocar entusiasmos lo que deseamos y escuchamos en la voz del dirigente. Los jóvenes y los independientes le “creen” a Bernie. Dan por cierto que él es lo que dice y que además su actuar es consecuente  con su palabra. Esto a pesar de memes, insultos o todo tipo de truco sistémico propio del partidismo estadounidense. Esta decisión ciudadana, mayoritaria entre los jóvenes y los votantes independientes en los Estados Unidos transporta retos, preguntas y no pocos problemas. ¿Qué pasará después de las primarias? Corresponde a muchos pensar en esto una vez ocurra. De igual manera hay que pensar en las paradojas y lógicas identificatorias que supone el liderazgo carismático. La desertización cultural y el carimbo autoritario que históricamente ha dejado tras de sí el líder carismático finalizado su regenteo hegemónico, obliga a reflexionar sobre esta paradoja constitutiva de la política populista.

La política que está por hacerse entre la izquierda podría ser una política-otra de afectos, una política de sentimientos otros que deje de hablarle en perpetuidad a sus corReligionarios y que apueste a creer y defender los gozos de la vida. La potencialidad política y teórica que active toda proposición política de libertad y justicia está limitada, o por igual desatada, por las suficiencias subjetivas de sus portadores. Y esta “disposición” o “habilidad” subjetiva es consecuencia de toda una serie de prácticas sociales de larga duración, institucionales, familiares y culturales de la cultura puertorriqueña que se reactivan siempre en presente. Este es el terreno donde se cuecen las identificaciones y donde la operatividad de las instituciones es decisiva. Proclamar con sorna o burla que tenemos el liderazgo que nos merecemos es fantasear con una exterioridad en relación a esta situación, creyendo no estar implicado y hasta constituido por esas lógicas subjetivas.

El pueblo o la masa no serán interpelados, mucho menos movilizados con un dudoso remozar el ideario, con escoger mejores asesores, con agilizar la nomenclatura, mucho menos con la performance de la consistencia moral de los Portavoces de la Historia. Otros grupos y partidos políticos en Puerto Rico entienden esto sin pestañeos morales o discursivos, y rápido movilizan sus tácticas, agitando y cosechando las subjetividades que reproduce sin pausa la institucionalidad contemporánea puertorriqueña. Y así los de siempre siguen copando las instituciones (incluidas las que no son idénticas a su infraestructura) arruinándolas en función de algún trámite o ecuación que ya no rinde los beneficios acostumbrados.

Alejadas del tremendismo, de la tribulación, la paranoia conspirativa o del cinismo obligatorio podrían aparecer y transitar políticamente otras palabras de deseo y vida democrática, toda vez que su fin no sea el dominio del hombre y la mujer o la toma indiscutible del poder. Se trataría de un actuar político, de un desear vivir mejor que se distancie o se oponga a cualquier “contraposición excluyente” (Villacañas, Populismo). Este hacer necesita abandonar su pasión por el esquematismo y la ignorancia, esa pobreza conceptual que ha instituido entre nosotros la tropología y la institucionalidad de la izquierda jurásica, entre otras máquinas de idiotización masiva. Eso que se le siente a tantas voces dentro y fuera de la izquierda: ese fraccionar y achatarlo todo. La dicotomía amigo/enemigo como dogma que fulmina la conflictividad democrática: ellos o nosotros, esto o aquello, esto o la muerte. La política partidista puertorriqueña o el perpetuo car-jacking discursivo de la vida democrática.

Comenzar a escuchar la escucha puertorriqueña sin beatitudes ni impaciencias. Y pensar en el adversario como uno que merece y necesita ser escuchado, incluso vencido en la arena política, sin que su “derrota” implique su eliminación o que se le retire a su parcela o secta y no se cuente jamás con él o con ella al momento de luchar y desear una vida en común digna y a gusto.

Para ensayar esto, para hacerlo de algún modo, habría que perderle el miedo a la complejidad. Al menos dejar de basurearla. Los empates con alambre dulce, las chapuzas de última hora, la improvisación, la desidia no da más, si es que alguna vez sirvieron de algo. Habría que dejar de resistir la discusión abierta de problemas difíciles, apalabrar la insuficiencia teórica y política de los sujetos, también hacer silencio o preguntar cuando no se entiende o no se sabe algo. Sobre todo, no escondérsele a la heterogeneidad que desborda todo pensamiento-actuar quedao en el festival identitario o en la extraña restauración del orden soñado por “los mejores”.

Si se abandona, de una vez y por todas, lo que a fin de cuentas es sólo una retórica antipolítica, obcecada además con la demostración del Bien Supremo como un dudoso modo de legitimarse en la asamblea democrática, quién sabe qué puede aparecer. Situación, la del abandono, que esta retórica confunde además con el ajusticiamiento público de los corruptos, de los extraños o de los eñangotaos o _____________ (ponga aquí cualquier mote).  Depuesto esto, tal vez puedan aparecer maneras específicas de cambio estructural y político, menores, siempre localizadas en las que el/la ciudadan@ crea y por las que esté dispuest@ a actuar.


Tal vez se podría comenzar otra conversación, otro modo de hacer y usar cuerpo y hasta un debatir que valga la pena.

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