Obertura 1
La babeldelmangle es un monstruo anfibio. Aunque lo de anfibio redunde en su monstruosidad, el amasijo acuático la señala. Como todo monstruo, en ella se precipita una intrigante ambigüedad, una perturbadora simultaneidad. Nuestra amistad es también el trazo de esta monstruosidad compartida que adquiere su mejor forma en su nombre. Es una incomodidad que escribe en el cuerpo de quien la contemple. Y un ahogo que además malea su capacidad verbal.
Se nombra a sí misma babel porque minúscula (de qué otra manera podría percibirse), y en medio de una alharaca tremenda e inconsecuente, levantó sus ojos sin párpados. Del mangle es su imposible torre porque insiste en que no es manglar lo que la sostiene sino el palo de mangle. Se aferra a una liana, bejuco o garabato que serpea tieso en el litoral. Claro que esa liana es todo el manglar, me dice, pues ¿dónde termina el mangle? y ¿dónde comienza el manglar? Ese ramaje se amarra a los otros y en la trabazón no es posible distinguir ya los cuerpos particulares. Doble telaraña, aérea y submarina, donde la babel teje con palancas, un cráneo y un caldero. (Sus movimientos parecen más los de un pistón blando que jabonoso penetra el hule.)
Prenda palera abandonada en su enterramiento devino sumidero donde su condición crustácea desova. Bien vista parece un minúsculo trapiche hecho para la molienda de desperdicios y tesoros familiares abandonados a su suerte. En la base de un transformador eléctrico que la negligencia de una comunidad sin futuro colocara sobre las aguas del manglar, la madre de la babel expulsó sus huevas. Parecía saltar de alegría con cada azote de las olas. Entonces en la isla era posible saludar a los dioses marinos. Desenterrada parcialmente, cogida por el mangle y el cangrejo, se inunda con demasiada frecuencia y en ella el transformador descarga sin concierto. La calavera ciega sonríe aunque los atributos de Sarabanda se corroan. Un juey cava en su cablería. Su boca se extiende sobre el ojo.
Tachada por los habitantes de la playa, mi cómplice del alma: la babeldelmangle deambula como en un relato de Kafka que conocemos demasiado. Hoy la isla sigue siendo la excrecencia calcárea donde se castiga a los miserables que se atrevan a viajar. Donde deambula lababel hay una escalera de concreto que el mar golpea. Donde medita, los escombros siempre huelen a baño público. Donde transita se aprecia el detritus de los días. La extrañeza de su armatoste, no se sabe si cultural o geológico, la hace un objeto ideal para ser recogido en bolsitas de plástico, como la mierda de los perros. De hecho ya no importa nada si se la atrapa con la vista. Gorgona piadosa.
(En uno de sus mensajes: "Diles qué soy pero recuerda Cangrimán que también te llegará tu hora. See ya.")
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