De la felicidad: Roberto Roena y su Apollo Sound Juan Carlos Quintero Herencia Pocas veces la vida (incluso para algunos es una imposibilidad perfecta y cruel) nos regala la imagen nítida de la felicidad. La experiencia de sentir y saber que este es el momento que se quiere habitar y que ese es el momento que hay que proteger y cuidar. No interesa su fugacidad ni su escasez históricas. El momento de la sensación que nos hace sentir vivos cuando todo allí es gozo y amplitud y lo demás no importa. En mi caso, estas imágenes son siempre el aparecer de un cuerpo y el estar ahí mientras se da y exhibe su belleza, cualquiera de ellas. Demasiadas de estas imágenes, como ya sabrán algunos, en mi, pasan por la escucha y sobre todo por un recorrer, por un recorrido. Roberto Roena es una constante en la banda sonora donde respiro y habito. Ahí está, más bien por ahí viene, mientras miro mis zapatos y la acera frente a la casa de doña Gloria, la cocinera que abría su casa todos los med...
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ResponderBorrarCuando uno se acostumbra a su infierno, me parece que tiende a idealizarlo o entrañarlo (léase "El infierno" de Virgilio Piñera). En este caso, la idealización en sí se convierte en un modo de despojar al fuego de su capacidad de calcinar, aunque sigue quemando. Yo soy cafre y qué, por ejemplo. Tú dirías mediocrizar, pero eres más severo que yo. Aunque Lavoe no es mi ejemplo a seguir, ni mucho menos mi héroe, su voz me aclimata a las llamas de mi infierno, a la singularidad del mismo. Es la experiencia que yo tengo cada vez que esa boca me atraviesa el oído, me come el cerebro y se fuma mi carcasa. Ahora, después de leer esto bien me puedes mandar al carajo, pero sólo te pido que no te olvides de mandarme con la colección completa de las canciones grabadas por Lavoe.
ResponderBorrarCafretizar no es sinónimo de mediocrizar aunque en ciertas comarcas sean inseparables. ¿Quién sería Motete si pudiera mandarlo a un oneroso jardín de carajos erectos? ¿Con qué tiempo le dedicaría las obras completas del Cantante? Me gustó en demasía lo de fumarse la carcasa
ResponderBorrarno hay manera gigante de sostener el pulso, ni ante la puvis matrona, convulsionada, repiqueteando campanitas de cristal, ni ante la voz acartonada de lavoe lubricándose un tabique con el polvo maravilla y perforando el olor a yerba de bambalán sobre la calle seis de bélgica. en ambos casos, la muerte, el sexo y la música siempre andan cerca, listas con el dedo meñique por si hay que taladrar algo. lo que sea.
ResponderBorrarSaludos desde La Casa.
sonia.
Oído inaudito tiene usted, sobre todo, ante el pubis y los orificios por taladrar. Maneras hay, pequeñas, resbalosas y un tanto bruscas sin insistir en el temblor pues se pierde el paso. La uña, la uña.
ResponderBorrarsaludos desde el hoyo