Fragmento b
Un monstruo antillano entre visto.
(Reproducción de MotetedeIndias. Se han respetado los rasgos ortográficos del documento original.)
La babel del mangle: …fue por casualidad que su amigo topó conmigo. Cuando se le quite el pendejismo invítarlo a pasar de nuevo. Dígale que no sea mamao. Yo no lo he hice nada aunque a usted se le puede…
Novás: A lo nuestro. ¿Cómo se entera de su existencia, de su condición?
LBM: Una tarde la marea alta arroja al sumidero que hospeda mi cueva y mi cruz un pedazo de papel de aluminio. Una de mis patas lo jala para acá y allí aparece esto que usted cree ver. Podría ser un database tropical pero no. Soy un compuesto atroz de maquinaria, conductividad y crustáceo. Fíjese que hay una varilla y un tubo repleto de cables atravesando lo que se llama, por decirlo de algún modo, mi pámpana. Con el tiempo descubrí que el sumidero es mejor vertedero y lo que creo es mi cueva es también la base de un transformador y el resto de un poste todavía atado al tendido eléctrico y telefónico del mal chiste ese que ustedes llaman ciudad.
N: ¿Recuerda algo de sus primeros días?
LBM: Un reguero de patas y un espumero blanco que no me dejaba ver.
N: ¿Padre, madre?
LBM: Creí que usted era una persona seria. Esa es una pregunta de mandulete de la Universidad con aspiraciones de broker cultural alternative.
N: Lo siento. [Pausa en la grabación. Se ha estado oyendo desde el comienzo el rumor de algo que podría ser el mar o una avenida transitada. La voz de lababe está a medio camino entre un crujido de granos de maíz y cierto seseo belicoso.]
¿Usted es macho o hembra? ¿Juey o jueya?
LBM: Esa no es mucho mejor que la anterior pero la curiosidad es prometedora. Si la cablería me dejara, podría verme la zona que en ocasiones brega con esa situación. Pero el roto está ocupado. Lo que fui ya es una pérdida. Siento algo parecido a los deseos y movilizo flujos pero no podría decir con seguridad a que casilla pertenezco.
N: Pero ¿cómo logra dejarse sentir en otros espacios? Usted se desplaza ¿o no?
LBM: Esa es buena. Creo que en términos físicos, positivos, soy un adefesio lisiado, repujado, fijo en este lugar. No puedo moverme. Las palancas, las patas obran pero llegar allí por ejemplo, ahora, a donde usted se arrellana, no puedo. Soy una criatura que se lo debe todo a las mareas, incluido el alimento. El problema es que recuerdo salidas. He visto la playa de noche casada con la plata de la diosa marina. También he topado con la parentela en las corridas. Ahora, la pregunta es ¿si todo eso es una experiencia de mi cuerpo en tránsito o lo que es lo mismo, una alucinación electromagnética producto de esta saturación de cruces y descargas? Quizás con cada marea alta la inmersión marina me saca de mi misma. En verdad, no es un asunto que me interese comprender sino más bien prolongar con mi vida.
Si con lo de “desplazarme” usted se refiere a mi aparición (cambio en su voz) en textos de autores menores de la isleta o al murmurío que dicen escuchar algunos cuando me les cruzo en el camino, entonces me desplazo. Sin embargo, se trata de un desplazamiento acústico, de una reverberación que pronto encontrará otros medios si no me cortan la electricidad y si puedo seguir conectada. Digamos que para los cagaos o los dueños de librerías que miran hacia el Departamento de Educación y olvidaron leer su propio inventario, para la cultureta izquierdosa que todavía escucha a Haciendo Punto o lee Claridad, soy un fantasma (esto en un sentido muy primario), para los envidiosos soy un travesti predecible, un Frankenstein tropical con el don de las lenguas.
N: Me refería a su evidente cultura literaria y teórica. Tratándose de un fenómeno cuasi animal uno…
LBM: Dito Novás, Nietzsche, el último Nietzsche, el mejor, se compadecía, en verdad se burlaba, de aquellos que todavía manejaban el binomio teoría/práctica como una relación de opuestos, de plenitudes o carencias. La llamaba Mr. Nietzsche, creo, una distinción funesta, terrible. Lo mismo es devenir animal o máquina de fiesta patronal con gandinga viva en el asiento número 3. La animalidad es una condición de la letra, es su agujero viscoso y su sostén. O si quiere métase por el boquete un cable de fibra óptica y verá cómo se pone a leer. La corriente, las pulsaciones que soy, las reverberaciones son inscripciones que apenas puedo dejar de leer. No tengo afueras que no sea esta intemperie. El libro es siempre un arribo de los escombros. Profeso la condición del mangle, este bejuco no es la isla, insiste en crecer entre el agua y la arena. Disimula, de esta manera, el punto de fuga del horizonte.
N: ¿No teme por su hábitat?
LBM: Usted está hoy florido. Imagino que no quiere una respuesta ecológica. No le temo a la muerte, si eso es lo que late detrás de su pregunta, pues en verdad cuán viva puedo estar. Le temo a la posibilidad de perder una perspectiva, un ojo, una salida, que el silencio que me dedica el mangle se convierta en el silencio atroz de la falta que inaugurarían la ausencia de todos los demás.
N: No entiendo.
LBM: Le temo a perder el cobijo del babote, al desecado y al silencio de un acabóse inapelable como la mediocridad de estos días de la que me hablabas o al sueño de planificación y progreso de otro isleño más obsesionado por tachonar lo que fue su historia con novedades o festivales.
N: ¿Cómo se entera del tiempo histórico? Usted me habla de un tiempo muy particular, por razones no sé si decir, personales. Un tiempo propio.
LBM: Le toma su tiempo pero va llegando. Mire, no hay tiempo histórico fuera de nuestro sensorium. Esto lo sabe hasta un aprendiz de escritor en una provincia salitrosa con una columnita semanal en el periodiquito de turno. No soy un funcionario de la sociedad, mucho menos un ciudadano ni agente de cambio para la historia. No creo que haya diferencia entre la coronación de una reina de belleza o el descubrimiento de una fosa común. Cualquier acontecimiento histórico es indiferente desde una perceptiva situada en un más allá subterráneo. Sin embargo, esto no significa que no posean particularidades éticas o políticas. No estoy contestándole ¿verdad?. Los acontecimientos históricos me llegan sólo en la medida en que sus actores lo han hecho conscientes o no desde el circuito de intensidades al que estoy conectado. Las legitimidades de ustedes no son idénticas a las significaciones que le abrotan a aquellos que están en otro lugar.
N: Habla como profeta o como enviado del Supremo.
LBM: Suave, sin faltarnos el respeto. Mi postura es una decisión somática donde se dan la mano eso que llaman “la naturaleza” y la “tecnología” de reproducibilidad. Los datos objetivos pueden ocupar el mismo espacio de aparición perceptiva para los hombres, no para mi. Quisiera ser leal a esta voluntad por el salto, por el despeñamiento que a lo mejor le está prohibida a algunos de mis cuerpos. [Se escucha un tañido de campana sordo, ahogado entre maderas y ramas. El oleaje parece inmediato]
N: Creo que antes no me habló de todo lo que guarece esta cueva. ¿Por qué no hablamos de ese caldero?
LBM: ¿Cuál? Por favor no se acerque. Hinca por ahí…
N: ¡Puñeta! Coño. No-no-no. Espérese. [Se escucha un escarceo y golpes contra una superficie fangosa.] [La criatura de algún modo aprovechó la subida de aguas para chapotear la entrada de su guarida. La pregunta sobre un caldero cargado de diversos objetos que no pude distinguir acabó abruptamente nuestro intercambio. Una descarga dolorosa me evitó acercarme. Quedó un olor a ron y a caña quemada inaudito para estas latitudes.]
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