El cruce de las criaturas: devenires y visibilidad de Marta Pérez García Juan Carlos Quintero Herencia -Tomado de http://www.botello.com/ - ¿ Cómo mirar aquello que se distingue justo en el instante que anuncia su desaparición? ¿Cómo destacar esa imagen cuya especificidad posee la lógica de un cruce, de un atravesar (y de un atravesarse en ) nuestra habilidad para percibirla? ¿Cómo particularizar eso que es un objeto, eso que ya es un cuerpo, pero que deviene trazo enlazado a otro y en ese abrazo se desfigura? La saturación y las superposiciones disfrutan muchísimo confundiendo a ese ojo que necesita decantar, discernir. La claridad, la nitidez no es el asunto de esta exhibición de Marta Pérez García. Ante sus cuadros se nos atraviesa un tour de force de lo que puede caber o verse en una dimensión. Cuando comenzamos a recortar el contorno de una criatura, la saturación nos la lleva a otro registro. Lo que se ha visto, cruza, lo que se vio apenas se ha desplazado y su trazo es un acop
Castillos de arena regresan al mar, el amor sincero no muere jamás. (“Castillos de arena”) L a recogía en el supermercado Villa Andalucía y de seguro ya la habríamos escuchado varias veces, en la radio, en los casetes, en el Panasonic de la casa. “Amada mía” era el mejor susurro que mi deseo adolescente podía robarle a la máquina de la salsa. Besarla luego, bajos sus acordes, era hacer del cuerpo la cámara de resonancias de una porfía; entre su lengua y la del sonero un oído parpadeaba como la lengua de una serpiente. Qué doble embeleso entre luces, sombras, estacionamientos, cristales condensados y un portón con un candado que siempre decía adiós. Cuando uno no sabía hablar de amores (si es que alguna vez eso se aprende) los silencios y los balbuceos tenían una razón de ser ante esa dicción melodiosa y bronca que además se acompañaba de dos sílabas como un uno dos, como las manos de un pegador fulminante, como un susurro: Cheo. Héctor Lavoe en “El cant
De la felicidad: Roberto Roena y su Apollo Sound Juan Carlos Quintero Herencia Pocas veces la vida (incluso para algunos es una imposibilidad perfecta y cruel) nos regala la imagen nítida de la felicidad. La experiencia de sentir y saber que este es el momento que se quiere habitar y que ese es el momento que hay que proteger y cuidar. No interesa su fugacidad ni su escasez históricas. El momento de la sensación que nos hace sentir vivos cuando todo allí es gozo y amplitud y lo demás no importa. En mi caso, estas imágenes son siempre el aparecer de un cuerpo y el estar ahí mientras se da y exhibe su belleza, cualquiera de ellas. Demasiadas de estas imágenes, como ya sabrán algunos, en mi, pasan por la escucha y sobre todo por un recorrer, por un recorrido. Roberto Roena es una constante en la banda sonora donde respiro y habito. Ahí está, más bien por ahí viene, mientras miro mis zapatos y la acera frente a la casa de doña Gloria, la cocinera que abría su casa todos los mediodías fr
Babel:
ResponderBorrarNo me agarres la camisa, no me jales por la manga. A ver si te cuelo como keynote en el 2009.
Vuelve,
Otoh-boto
Linda me oiré en un cubo y con esta voz.
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