"Detrás de cada limpieza étnica hay un poeta"
Se confiesa pesimista a largo plazo. "El futuro de la democracia", afirma mordaz, "es Berlusconi. Un gobernante que construye un Estado cada vez más autoritario y que distrae a la gente de vez en cuando con escándalos, como cuando se le acusa de ser impotente y se ofrece para demostrar ante cualquier tribunal que no lo es. ¿Cómo pretendía hacerlo?". Berlusconi, sugiere Zizek, se halla a mitad de camino entre Ubu Rey y Groucho Marx, pero "de modo inteligente" señala el futuro de un capitalismo "autoritario". Como en China. "No es nada seguro que el desarrollo del capitalismo ponga en movimiento los deseos de democracia. El capitalismo asiático funciona sin democracia y no tiene problemas".
La caída del muro de Berlín hundió el socialismo de Estado, a cierto tipo de sociedades autoritarias, pero ha terminado por liquidar al resto de la izquierda europea. "La socialdemocracia se reía pensando que desaparecía un contrincante". Grave error. Porque lo que ahora queda son "partidos de derechas, de centro-derecha y de centro-izquierda", todos ellos dedicados a "gestionar el capitalismo, a hacerlo eficiente". Y el rechazo a estas posiciones solo se aprecia en "fuerzas fundamentalistas, nacionalistas y antiinmigrantes". "Zapatero en España, Obama en EE UU, supuestos gobernantes de izquierdas obligados a tranquilizar mercados".
Los Gobiernos de izquierda tienen todos la misma evolución: provocan, al principio, un cierto entusiasmo: la convicción de que algo cambiará; el capitalismo les permite legalizar el aborto, las bodas homosexuales, asuntos de género. Nunca las reglas del mercado. La solución a esto solo puede llegar, defiende con entusiasmo, "de la izquierda radical, en caso contrario el centro-izquierda tendrá que acabar pactando con los fundamentalistas".
En el presente, lo que domina es la posideología, la pospolítica. Hace 20 años, cuando Francis Fukuyama anunció el final de la historia, se le tomó por obnubilado. "Pues ha triunfado. No hay un solo parlamentario en Europa que piense en otros términos que el parlamentarismo liberal", cuenta Zizek que no hace mucho se reunió con Fukuyama y pudo saber por este que ya no cree en su tesis sobre el fin de la historia. Han aparecido elementos, le dijo, que modifican todo: "La biogenética y la crisis ecológica". La biogenética permitirá, a medio plazo, actuar sobre los individuos y eso "no se puede dejar en manos del mercado". Pero cuidado, porque si se ve una luz al final del túnel, probablemente es otro tren que viaja en dirección contraria.
Mientras, lo que le queda a los filósofos, "es explicar y explicar. Y apartarse del liberalismo eurocentrista". Zizek, que parte muchas veces de anécdotas, novelas y películas para dejar claro a qué se refiere, cuenta que Terry Eagleton le contó que el historiador Osborne fue a dar una conferencia a unos obreros y empezó diciendo que lo que iba a decirles tenía que ser relativizado, que era su punto de vista, que él no sabía más que ellos. Y uno de los asistentes le increpó: "Pues váyase, se le paga por saber más que nosotros y contárnoslo". El filósofo debe transmitir conocimientos a los demás, invitarles a pensar el presente de forma crítica. Empezando por el uso del lenguaje contaminado de violencia hasta en sus términos más aparentemente pacíficos. Por ejemplo, "tolerancia". Zizek invita a revisar los discursos de Martin Luther King, del feminismo contemporáneo: "No hay peticiones de tolerancia, King no pretendía que los blancos toleraran a los negros ni las feministas quieren que se las tolere. Reclaman igualdad, cuestionan lo que hay", que es algo muy diferente. Y señala la ironía de que su intervención se produzca en un centro de arte (Santa Mónica, en Barcelona) en vez de en la Universidad. "Es cada vez más frecuente".
Zizek termina su entrevista invitando al periodista a utilizar sus palabras: "Manipúleme orwellianamente, tiene permiso. Sorpréndame mostrando lo que he dicho". Eso está hecho.
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