Cuando
Cuando
A Eduardo
Lalo y a Noelia M. Quintero Herencia
Cuando
desaparecieron las bicicletas
algo
comenzaba por el final o
entre
ambas palabras sólo existen las palabras que gustan de aparecer en los
linderos,
las
reiteraciones que nada concluyen
por
eso las bicicletas
de
seguro desaparecen no cuando descansaban sobre el stand,
sino
bajo la sombra quieta de una marquesina,
húmedas
todavía
tras
ayudarme a vencer en la carrera a la lluvia,
dejan
de estar entre nosotros cuando guarecerlas no es ni siquiera una posibilidad
Tiempo
de ataúdes de olas
de
desapariciones sin trucos ni humaredas,
cuando
desapareció la Kawasaki de mi hermano esquizo
igual
llegó luego un Volky que desaparecería también,
entonces
las pistas de carros eléctricos molestaron,
la
colección de chiringas desapareció
las
revistas pornográficas desaparecieron
Cómo
decir que fue más o menos,
ni
más tarde ni más temprano,
cuando
los juegos en la calle
-el-pañuelo-tira-y-tápate-toco-palo-al-esconder-los
gallitos-la-patineta-y
una
lupa de quemar hormigas con el mango rojo que cabía en un bolsillo-
todos
todos toditos desaparecieron
Cuando
el parque y su centro comunal se llenaron de mierda,
Literal-Mente
de MIERDA
rebosante
mierda humana
la
inconfundible,
la
sempiterna,
mojones
mojones por doquier y
mi
aire por aquella bicicleta,
el
paso cerrado y
entre
el centro comunal, una capilla, un cementerio de jeringuillas,
la
grama que cede ante la arena tostada por algún refresco que ya no es,
latas
y botellas que no se cansaron de mostrarle sus dientes traslúcidos al sol
Cuando
los columpios sólo crujen
los
petardos se confunden con las balaceras,
a
distancia fue
cuando
la
confusión misma se confundió con su palabra,
cercana
fue
la
tarde,
la
tarde era una siesta donde insistía lo que siempre sería igual
Fue
cuando los árboles olvidaron echar sombra
las
conversaciones bajo el azul nocturno de los postes-no more-
oasis
de fantasías que parpadeara poco,
tal
vez cuando regresaron las ratas
¿se
habrán ido alguna vez?
la
eternidad de los mosquitos, la policía
los
rejones de gallos vacíos,
el
palomar abierto arruinado
donde
mi hermano menor prefirió entrarle a escopetazos
a
las palomas que nadie sabe cómo seguían regresando al atardecer,
cuando
la jueyera fue tapiada y
nadie
las alimentaba
¿O
fue cuando los balaustres se pudrieron?
mi
gavetero se llenó de polilla
mi
armario
el
closet
la
puerta
algunos
libros laberinto
parking
de la polilla,
cuando
la pecera se cubrió de limo
y
los guppies copulaban sin pausa,
los
carros y los vecinos comienzan a matar nuestras mascotas,
cuando
mi madre intentó algo y
un
día llegó a la casa con un hermoso cachorro
enorme,
cuya
belleza nada tiene que ver con este poema
Cuando
el calor se volvió insufrible,
cuando
mi padre no volvió a cenar con nosotros,
ni
tan siquiera a dedicarnos su cocina del domingo,
mi
madre entonces esparció los mejores platos
comenzó
a ver demasiada televisión,
sus
oraciones se confundieron con el llanto
Cuando
los libros siguieron hinchados allí por la humedad y
las
lecturas repetidas,
todo
apenas
agrietaba
el tedio,
cuando
un océano tan similar y distinto
al
que veíamos en el litoral
era
la tonada insomne del suburbio,
cuando
la grama fuera trocada por la piedra,
los
árboles por el hongo
nuestros
cuartos por el silencio
Comenzamos
—miquécosa—
a
imitar a nuestros mayores,
algunos
al padre
otros
a la madre
hicimos
también nuestra mestura,
fue
quién
lo duda
cuando
todos comenzamos a mentir
Nadie
intentaría decir la verdad,
los
refrescos dejaron de tener hielo
Sería
tal vez cuando
mi
hermana algo dijo
al
convencer a un aprendiz de maestro de obras
para
que remodelara la casa o
ya
era demasiado tarde,
odiábamos
soportar el tiempo allí y
no
sabíamos aún que el afuera sería entre parpadeos su espejo en rotación
Los
robos se sucedieron idénticos
idénticos
como la identidad nacional
se
sucede en el calendario
con
un ritmo y cadencia sin igual,
dejamos
de veranear en Luquillo,
las
visitas a Morovis
tenían
el sabor de un jarabe rancio
que
tomábamos sin estar enfermos,
sin
televisión ni la catarata magnífica de colores y cuerpos del Cable TV,
sólo
quedaba el paisaje:
un
archipiélago de avisperos en las persianas
Sería
cuando comenzó a llover con imprudencia y
las
goteras no cesaban y
el
fango que sabe de la democracia isleña
no
discriminó sus miradas,
cuando
garrapatas verdes obesas ascendían por las paredes,
cuando
las fiestas familiares dejaron de ser ambas cosas,
sobre
todo cuando las navideñas recalaron en reunión de logia
envejecida
medicada,
cuando
los achaques no los ocultaba ni el más desesperado de los tintes de pelo
Las
otras fiestas
las
de discjockey-marquesina-ventetú-y-stereo
también
nevermore para ellas,
bye
bye,
entre
la envidia y la jaquetonería de tanto plante y fronte
paquete
perfumado y cadenón papá,
vaya
brodel mano coño cómo túestás
nada:
“Señooora”
“Señooora” “Señooora”:
no
hay nadie…
Buenas
tardes, ¿Conoce usted a su salvador?
nada:
cuando
hasta la música misma deja de escucharse
Cuando
la casa de santo algo procuró hacer
con
un tambor,
pero
entre la chapuza de uno y la mediocridad ciudadana
todo
terminaría como una fiesta de jíbaros,
un
cuadro de costumbres producido por la televisora del canal del gobierno
con
el cual sería restaurada la memoria de la comunidad
seguimos
mintiendo cuando
nadie
se molestó en tomar fotografías,
quién
sabe si la cosa fue que los vecinos dejaran de rondar sus patios o
cuando
los animales y las plantas se llenaron de llagas,
cuando
las fachadas dejaron de serlo,
cuando
el cachete de un niño se fundía al plástico del sofá
entre
las conversaciones de un domingo
Cuando
viajar era apenas una intermitencia en la que nadie creía,
cuando
salir era la concesión que dilapidaba alguna fe,
resignado=derrotado
en mi encierro
—lo
recuerdo como hoy—
de
repente llegó ella,
la
hermosa y su carne,
la
temblorosa y su voz,
la
que arde en su belleza,
la
amorosa que llevará por siempre el nombre de Ivette y
viaja
fabulosa en brevísimo bastimento naranja,
de
aromas plenos su deambular
al
cual apenas se le aprecian en los laterales dos palabras: Ford Fiesta
Cuando
estacione frente a mi casa
algo
habrá de suceder,
mi
tiempo sabrá de escapatorias,
cuando
abra esta puerta sin edad,
se
distinguirán portentosos los muslos
acentuará
mi vida con su —oh— magnífico culo,
masa
con masa el caderamen devasta la casa
Cuando
nadie sabe cómo soporta la sordidez que se extiende
entre
la puerta del conductor, el baúl y el tiempo de las islas,
la
hermosa trajina siempre su cuerpo contra el viento,
cuando
todo iba glutinoso hacia la nada del siempre,
fue
el instante de su venir
que
dejó sentir y descubrir
el
tiempo de la escucha
Allí
entonces fue la cosa,
recibo
por vez primera mi nombre
nunca
antes supe de mi nombre,
por
primera vez antes de que aparezca en mis ojos
cuando
ya ha extraído del auto un saco húmedo
manchado,
entre
sus tejidos distingo las patas de un cangrejo,
la
insistencia tensa de una garra
ahora
cuando
se devuelve y
repite
mi nombre,
sólo
entonces y nunca más pero justo ahora y siempre
otra
vez esta templa recién cuajada:
mano
procelosa
procelosa
y se dice también estremecida,
un
llamado que se detiene en el aire,
un
llamado que detiene el aire como un zumbido entre paréntesis
una
voz que detiene el viento para que eche ojos labia y nariz,
una
voz y una mano que levanta
contra
todo y contra todos la monstruosa cabeza de la Medusa.
Cuando
los ojos ya eran sierpes
entonces
sólo entonces,
cuando
el oído sólo labios
entonces
sólo entonces,
cuando
mi boca nada guarda del recuerdo
se
escucha por primera vez,
gloriosa
y húmeda entrepierna
el
cantar del universo:
amor, ya no vuelvas más los ojos
amor mío,
ya está hecho,
es hora de por fin marcharnos.
15
de abril de 2010 y 12-16 de junio de 2011, Silver Spring