El misterio del alejamiento de los dioses
El misterio del
alejamiento de los dioses
Esa exigencia del
regreso natal, "el límite
extremo del sufrimiento",
dice Hölderlin, no tiene
entonces nada en común con el
dulce llamado de la familiaridad
de la infancia, ese deseo de
regresar al seno materno que le
atribuye la erudición demasiado
ligera de ciertos psiquiatras.
Aun menos significa una
glorificación de la patria
terrestre o del sentimiento
patriótico, un simple retorno a
los deberes del mundo, una
apología de la mediocridad, de
la sobriedad prosaica y de la
ingenuidad cotidiana. La idea o
la visión de la inversión
categórica, de ese momento muy
duro en el cual el tiempo de
algún modo se invierte, responde
a lo que Jean-Paul había
invocado, anuncia lo que más
tarde Nietzsche, de manera
grandilocuente, llamará "La
muerte de Dios". Hölderlin
vive ese mismo acontecimiento,
pero con una comprensión más
amplia, más extraña a las
simplificaciones que el mismo
Nietzsche autoriza a menudo. El
nos ayuda, al menos, a rechazar
esas simplificaciones, y cuando
hoy Georges Bataille llama Somme
athéologique, a una parte de
su obra, nos invita a no leer
esas palabras en la tranquilidad
de su sentido manifiesto.
Estamos ante un
cambio radical y Hölderlin
sintió la fuerza de esta
inversión. El poeta es aquel en
quien, esencialmente, el tiempo
se invierte y para quien siempre,
en ese tiempo, el dios gira y se
aleja. Pero Hölderlin también
concibe profundamente que esta
ausencia de los dioses no es una
forma puramente negativa de
relación, por eso es terrible;
lo es, no sólo porque nos priva
de la presencia benévola de los
dioses, de la familiaridad de la
palabra inspirada, no sólo
porque nos arroja sobre nosotros
mismos en la indigencia y el
desamparo de un tiempo vacío,
sino porque sustituye al favor
mesurado de las formas divinas,
tal como los griegos las
representaban, dioses del día,
dioses de la ingenuidad inicial,
una relación, que puede sin
cesar desgarrarnos y
extraviarnos, con aquello que es
más alto que los dioses, con lo
sagrado mismo o con su esencia
pervertida.
Este es el misterio
de la noche del alejamiento de
los dioses. En el día, los
dioses tienen forma de día,
iluminan, cuidan al hombre, lo
educan, cultivan la naturaleza
como esclavos. Pero en el tiempo
de la noche, lo divino se
convierte en espíritu del tiempo
que se invierte, que arrebata
todo; "entonces no tiene
miramientos, es el espíritu de
la salvajería inexpresada y
eternamente viva, el espíritu de
la región de los muertos."
De allí, la tentación de la
desmesura para el poeta, deseo
que lo arrastra inmoderadamente
hacia lo que no está ligado,
pero de allí también el deber
aún más grande de contenerse,
de conservar la voluntad de
distinguir bien, para mantener la
distinción de las esferas, así
mantener puro y vacío el lugar
de la desgarradura y que es el
espacio puro de lo sagrado, el
lugar del espacio intermedio, el
tiempo del entretiempo.
Maurice Blanchot. "El itinerario de Hölderlin"