La entrega identitaria
{Mira este afrentao y que sacando cosas por ahí sin consultarme. lbm}
Juan Carlos Quintero-Herencia
A
Carlos Pabón Ortega y Rita Indiana Hernández
Pa la nueva
era
un poco de
vieja escuela
que te pone
a prueba
y a la vez
te eleva
Tego Calderón, “Salte del
medio”
The gift is
a contract from which neither participant is allowed to withdraw.
George Lamming, The Pleasures of Exile
La entrega moderna de un imaginario identitario a la comunidad
puertorriqueña es parte de la piedra angular sobre la que se erige la actual
obstrucción política del orden discursivo de dicha comunidad. Por el momento
interesa pensar la escena de esta entrega como parte de un proyecto de
modernización de larga duración en la isla.
De ningún modo se trata de una excepcionalidad nuestra y yace saturada
de contradicciones. Esta entrega podría verificarse a través de la historia en
aquellas situaciones cuando alguna institución (no confundir lo institucional
con los edificios que las albergan o albergaron) pareciera “regalar” algo al ciudadano.
Un ejemplo, la familia al dar la
lengua y el nombre no se vale de lógicas abiertas o democráticas; el nombre se da,
la lengua se instituye, se hereda. La entrega de un imaginario identitario,
como otras donaciones, agiliza un trámite, representa el comienzo de una
economía, de una reciprocidad de intercambios y demandas entre las partes
concernidas por el regalo. Esto ya pone en discusión si se trata de un don que
no espera nada a cambio. Esta entrega, en particular, se convierte en una
suerte de pantalla donde se proyectan las creencias e ideologías de la
institución de marras y el espacio donde un sujeto moderno aspira a ganar su significación
histórica. Este regalo identitario es, claro está, inseparable de una escena de
interpelación y por lo mismo constitutiva del sujeto. Tú existes en la medida en que puedes mirarte en esto que yo te regalo.
Ahora bien, qué se entiende aquí por identidad, por lógica identitaria.
Vayamos al litoral del archipiélago. La identidad es un ceremonial simbólico de
la mismidad. La identidad es lo mismo. La identidad es una creencia afectiva,
dada a las redundancias; se trata de una creencia redundante. Las redundancias y
tautologías constituyen mucha de la fuerza de interpelación de sus relatos. Su
raíz etimológica es ídem: asimismo,
lo igual. La identidad, en estado puro de idealización, es un relato que cree
que el objeto representado es idéntico a la imagen que se produce de él. No
puedo discutir ahora cuáles teorías de la imagen privilegian las ficciones identitarias
autocomplacientes, como tampoco en modo alguno reduzco o niego las inevitables
identificaciones que nos constituyen como sujetos.
A diferencia de los ejercicios
en mismidad a los que nos acostumbran los incontables rituales de afirmación
identitaria—con sus remesas multiculturales, sus protocolos para el
reconocimiento público o sus inventarios de atributos y equivalencias—lo propio
de una crítica de la identidad como prisión discursiva sería disponer una zona
de relaciones, de exposiciones, de a-pariciones que no esté gobernada por la
unión de voluntades, sino por un paladear esas imposibilidades que al
aguijonearnos, afectarnos con sus cuerpos y males, nos contagian con la promesa
de un contacto y una transformación. Lo que los discursos aurorales de la
identidad no soportan es la demostración que les recuerde cómo sus actos de
simbolización son finitos, que desaparecerán, vulnerados por los elementos y la
caducidad de los cuerpos. Que una identidad se imagine estratégica, parcial o
construida no la protege de su historicidad. Una vez lo idéntico afianza alguna de sus creencias sobre verdades
absolutas o trascendentales, la institucionalización de sus tradiciones no
podrá evitar rituales para la alabanza de las cualidades de un
“ser-identitario” que resiste pensarse como un objeto histórico fragmentado y
finito o el sacrificio de no pocos deseos y placeres. La fusión de cualquier Identidad con alguna
Lengua, por citar un ejemplo, es también el trazo de persistencia de un viejo y
doble conjuro colonial ante la heterogeneidad del espacio donde el amo asentara
sus posesiones. Esta fusión es parte de un protocolo identitario e ideológico
que naturalizó la ficción muy real que dice que toda lengua caribeña es un
cuerpo y una tecnología venidos de otras latitudes. Se trata de la
cristalización de una hegemonía perceptiva cuya voluntad consensual se
manifiesta a través de ortopedias para la chatura y simplificación de los
discursos llamados a “leer” y “salvar” el texto nativo o patrimonial[1].
Se trata de un largo proceso discursivo que no se detiene a meditar sobre los
términos de la llegada, asentamiento y re-producción de dichos cuerpos. La sustracción epistemológica de esta
manufactura histórica de un cuerpo o lengua caribeña es otro hueco más que en
el archipiélago intenta llenar el ídem del
poder. Todo ídem colonial, étnico o nacionalista, seculariza alguna creencia
espiritual, incluso religiosa, como principio institucional con el que llevará
a cabo actos de simbolización que deslindarán el coto donde presentar(se) a los
que se re-conocen en los atributos y
hábitos de siempre. Todo ídem trascendente, además, deviene
policía de los modos de usar la palabra y el cuerpo en la playa auroral de la
Identidad. ¿Qué da la identidad? Da lo idéntico, da de lo mismo, da-lo-mismo.
¿Qué da? Que-dá.
Who’s your Daddy, Ídem? Ídem
Ahora bien, esta entrega
identitaria es parte de un complejo proceso histórico compuesto por diversas
escenas de subjetivación donde alguna institucionalidad junto a la entrega de
este imaginario desliza una idea ya del cuerpo sano, del paradigma moral, de la
experiencia, de la ciudadanía o del sentido de mismo de pertenencia como
condición para recibir y usar el regalo (Rodríguez-Santana). Piénsese en alguna
fila de ciudadanos ante la puerta de la institución Patria: Aquí tienes tu esencia,
tu sentido de pertenencia y responsabilidad cívica, by the way aprovecha: Tu nombre, tu cuerpo te pertenecen, úsalos. Estas
son las instrucciones para utilizarlos apropiadamente. Estas son las instrucciones para poder
aparecer en la Historia.
Hoy, la entrega irreflexiva a la
evidente belleza y bondad del regalo llevada a cabo por el ethos puertorriqueño, al menos desde mediados del siglo XX y
principios del XXI, revela también que este escenario es una máquina de
producción y almacenaje de afectos y creencias, con un abundante caudal
simbólico. La máquina tolera todo tipo de empate y remache y no negocia la
esperanza y optimismo que la definen y que ella misma secreta. A esta entrega han
contribuido una diversidad de discursos institucionales que han conformado la
subjetividad ciudadana en la isla. Asumida y cultivada por la gubernamentalidad
colonial, varios siglos en cocción, hoy es el aire que inspira y respira toda
palabra pública y se ha vuelto accesible en varios colores y tamaños. En
particular, esta gubernamentalidad articulada por el orden discursivo del ELA ha
conformado zonas considerables de la arena pública puertorriqueña y ha
insistido (y averiado) la cualidad experimental de regalo (hoy se dice bendición) de dicho imaginario. Como se
trata de un regalo bendito ante él
debemos celebrar (siempre) su inequívoca benevolencia y la promesa de futuro que
contiene. El regalo debe darse por recibido y debe ser aplaudido, pues si no
ahora, en el futuro se verá el cumplimiento de su promesa de felicidad. Esta
gubernamentalidad reciente no es el origen o la causa única de la forma de
dicho imaginario en nuestros días. Y
dicha postración celebratoria ante la bendita imagen de lo que somos o seremos
puede ser demandada por otras palabras institucionales.
La actividades en torno a la
entrega del regalo no son actividades absolutas, ni malignas ni bienhechoras. Son
inevitables para comenzar el desate de todo aquello que arrastra la escena
donde un sujeto se “descubre” en el regalo y en ocasiones no se conforma con
las condiciones del intercambio. En el mejor casos, se sabe de sujetos que
llegan a cuestionar la naturaleza del regalo. No obstante, esta donación del “yo”, de la
Patria, del “nosotros” ha estimulado históricamente más de un deseo comunitario
por escapar de la intemperie, la penuria o la condición invisible de esos que
ahora saben que existen y pueden
hacer sensibles la forma y el cuerpo de su daño. El problema o el truco que desliza el regalo
es lo que este sujeto debe dejar fuera de la escena institucional como
condición para asumir e investirse con las maneras de ser que de repente se le
han entregado. La entrega instrumentaliza, así, un modo de la sujeción en la
que deviene difícil ensayar líneas de fugas o cuestionamientos de los
presupuestos de la entrega, como también válvula para la administración de
esperanzas y utopías. Está bien que la dificultad sea la firma del regalo.
Por otro lado, si alguno
cuestiona la naturalidad y capacidad de las “ejecutorias” políticas del regalo
para cambiar el estado actual de las cosas, sobre todo si trabaja con la
viscosidad histórica de las mismas, incluido el lenguaje del sentido común
político, el/la atrevid@ será identificado, tildado, al menos, de extraño,
sospechoso o simplemente no será incluido en “la conversación”. Es posible
también percibir ante una lengua crítica puertorriqueña histerizaciones de todo
tipo. Ante este imaginario entregado, modos otros de la crítica o de la
política, inclusos performances estéticas o cotidianas que practiquen otro
proceder y miren hacia otro horizonte (ya sea de clase, de raza, de poéticas, de
creencias, de orientación de género, etc.) devendrán patologías inequívocas que
piden cura o se le perdonarán la vida a los infectados. La consigna invisible:
Ningunear a ese que comienza a dejar de ser puertorriqueño.
No es un caballo de Troya, ni
una manzana envenenada. Se trata de un
don temporal, de una donación del tiempo utópico que se imagina (mimesis e
imagen) contenido en la puertorriqueñidad
que el regalo mismo produce como relato. No existen afueras para quien se haya
conformado por este aire donado, como tampoco constituye una suerte de
maldición o condena de muerte. La búsqueda de aire o formas de escapar es una
de tantas decisiones que el sujeto que se supo regalado puede tomar. El regalo
también pulsa en el lenguaje. Este regalo es siempre una operación literaria donde
laten innumerables paradojas y potencialidades. El regalo: eso es lo que hay.
No gracias, tenemos bolsas
plásticas
Y ¡qué rabia! cuando sabia
en fuacatá
y ten con ten,
te vas de merequetén
y dejas al
mundo en babia
embabiado
en tu vaivén
¡Ay, que
rabia!
Luis Palés Matos, “Plena del
menéalo
La vetusta mimesis colonial que diversas institucionalidades puertorriqueñas practican
constituye el terreno material y la forma poética múltiple de esta entrega, sin duda, discursiva. Pero esta mimesis no es meramente
“dañina” por ser colonial, mucho menos por ser mimesis. Deviene harto
problemática por ser praxis simple, irreflexiva e improvisada, ya que no
transita hacia apoderamientos o experimentaciones de maneras políticas que
rebasen la naturalizada necesidad y obligatoriedad moral del sentido del regalo.
La mimesis colonial no es simplemente la creencia de que lo hecho en la isla debe ser resultado de
un proceso de aclimatación de eso que ha llegado aquí de otros lares, sea EU, Francia, Cuba, España, Argentina o
China. En este caso, la mimesis colonial
es el uso descuidado, chapucero de un orden
discursivo surgido en otros contextos. No es que lo colonial del regalo sea
exclusivamente el mal gusto o la charrería, sino la traducción y aplicación necia,
descontextualizada y atropellada de una plantilla que se asume plena y se
aplica irreflexivamente esperando que resuelva nuestros retos o
imposibilidades. Sin duda, los usos salvajes e incluso averiados son parte de variadas
tradiciones que han innovado y destrabado otras maneras y experiencias, pero lo
que se asedia en este ensayo es un modo de la chapucería y de lo desastrado que
naturaliza y superpone como singularidad histórica una alternativa política que,
tampoco, tiene modos de serlo. Parecería que con sólo simular un parentesco o
seguir las instrucciones del manual, aquello aplicado o misturado en la isla ahora
deviene nuestro. La criollización y ñoñería como atajo, la charlatanería y el
anti-intelectualismo como simulacro de contribución.
Las lenguas que han conformado
esta mimesis no sólo han construido policías de sentido contemporáneas (encargadas
de determinar, fijar y dirigir el tráfico de lo que deber ser discutido y
sensibilizado en la arena pública como “asunto puertorriqueño”), estas maneras también
han herrado a sectores o grupos que dicen resistirlas o creen resistirlas.
No merecen por el momento ser
discutidos esos regresos a “alguna vieja felicidad colectiva” o a la sambumbia cínica
de nativismos y neonacionalismos cruzados con post-estructuralismo,
psicoanálisis o deconstrucción, porque estos, me parecen, son más una fantasía
nostálgica ahistórica, un voluntarismo culturalista sordo ante esa tonada irreconocible
que proyectaría otros modos de pensar, otra interlocución comunitaria para la
libertad.
Las resistencias minúsculas, en
ocasiones microscópicas, casi siempre sectarias, a la gubernamentalidad dominante
sufren de la misma identitis (Duchesne-Winter)
boricua y, además reproducen los modos de esta mimesis del poder en la medida
que heredan y prolongan el binarismo fundacional que ha erigido este imaginario
comunitario. La mimesis en estos casos es
detectable en la ideologización que recorre sus ficciones de auto-representación,
su endeudamiento con esencias (estratégicas sobre todo) y la simplificación y
conversión de asuntos o tradiciones, nacionales o internacionales, en centros
ceremoniales para la Gloria de la Nación. Por otra parte, los alter-nativos, “izquierdistas”,
“soberanistas”, “nacionalistas”, “independentistas”, “melones” (incluidos los melones
que en verdad nunca lo fueron) con todas sus diferencias, hipostasis,
confusiones y matices, al apenas invertir los términos de la ecuación binaria,
simplificando los polos del dos identitario o culturalista (siempre es un Uno
mirándose en su avatar “negativo”) devienen reflejos de la misma tropología del
poder que dicen criticar o querer acabar. La pobreza teórica y política, la
falta de lectura sostenida de proposiciones que vayan más allá del patio no
puede subestimarse más.
En ese páramo carente de
sofisticación alzan sus reivindicaciones, mitos de resistencia e incluso sus
cantos de radicalidad. Incluso poetizan su fracaso en la arena político-partidista
y lo exhiben como medalla de honor y raras veces meditan sobre lo que significa
esta falta de apoyo a sus proyectos. Podría ser que temen la reacción de la
masa, cosa de no ofender, o no quieren apalabrar la realidad conservadora y
reaccionaria de un demos con años de experiencia,
proselitismo y guiso institucional. Recuérdese que usar la palabra tras haber
dado por recibido el regalo identitario es un modo de reconocer y reconocerse
en éste.
Ahora bien, entre las razones
para esta derrota sin duda inciden asuntos nada desdeñables como la
mediocrización y la estupidificación del orden discursivo contemporáneo, entre
otros. No obstante, es sorprendente que, a pesar de existir una literatura y pensamiento
que han demostrado que las propuestas políticas de este orden discursivo ya han
sido articuladas por el fundamentalismo y moralismo oficial o marginal de la
Patria de Todos Nosotros, todavía insistan en una suerte de fantasía cacofónica
con la que creen proponer algo diferente en la arena pública (Pabón,
Torrecilla). Lo que sucede no me parece resultado exclusivo de lógicas de
co-optación, sino de lógicas de acomodo y de negación de lo que se es. Las maneras
de comportarse moralmente, valga la redundancia, con el regalo identitario bajo
el brazo, hace rato tienen la habilidad de identificar a los que “hablan y son
de verdad” representantes de ese “nosotros” que los ha constituido y, en parte,
los moviliza. El cotejo, otra vez moral, demasiadas veces simple, de las
propuestas surgidas de los sectores
que apuestan al status quo o son de “derechas” versus las que provienen de sectores que se denominan de “izquierda”,
o que apenas son anti-anexionistas, ocurre en un terreno que privilegia el
performance identitario antes que la discusión de ideas. Primero identificar
cuáles son de la mata y cuáles no,
después, como diría Pitbul, ya tú sabe.
Nadie tendría que sorprenderse entonces si el resultado de este “debate” y
“deliberación” sea un “gracias, pero ya tenemos deso”. Demás está decir que
propuestas ante asuntos que no son de por sí “temas conservadores”: la legalización
de la mariguana, el reconocimiento de los matrimonios de la comunidad lgbtt, o
ampliación de los derechos de esta comunidad y la comunidad de inmigrantes, la
condición alimentaria y climática, entre otros asuntos, sino son despachados
como carentes de importancia, se registrarán como diferencias alarmantes,
perturbadoras por esta moralidad discursiva. En este terreno, de nuevo, la
selección no es difícil: entre un predicador de la buena nueva que llega
disfrazado de alternativa contracultural, y otro que nunca ha dejado de exhibir su
conservadurismo con pelos y señas y ha pagado con creces su regalo (incluido
negar la importancia de los problemas antes señalados) escoger siempre al
último.
Escuchemos ahora el lenguaje de
los antagonistas que no saben que son hermanos gemelos: uno le dice al otro
“colonizado”, “alienado”, “pitiyanqui”,”arrastrao”, “conservador”, “cuponero”,
los otros responden “comunista”, “separatista”, “revoltoso”, “idealista”,
“váyanse para Cuba”, “irresponsable”, “ateo” más reciente, “posmo” o
“terrorista”. Qué tal el siguiente intercambio
a partir de diferencias que se creen ideológicas o históricas. Llamemos a este cuadro
Salón Hogar 1, Lo mejor está por venir:
“dictadura es la de los EU, en Cuba hay un intento de libertad y justica bloqueado
por décadas, gobernado por dinosaurios que tuvieron buenas intenciones pero ya
no saben lo que hacen o lo que está pasando”. “En Cuba hay un régimen fascista”
dice el otro. Salón Hogar 2, Cómete algo en lo que se te brega el caso: “¿Cómo
enfrentarías la violencia contra la mujer, los feminicidos al garete, la
situación ninguneada de la comunidad lgbtt, el desprecio por el inmigrante, la
no discusión de la situación racial en la isla, el colapso del sistema de
educación pública, la inédita emigración de principios de siglo, el colapso
financiero…? Otra contesta: “Estequeee, ¿cómo? Acho que baja nota eres men,
vete para EU, allí donde la segregación sigue vivita y coleando, anda, acaba de
escoger a tu verdadera familia, tu verdadera patria. Me huele a traidor.” Salón
Hogar 3, Un selfie patrio-Tito: “Yo
hice, yo hago, yo escribo, yo edito, yo pregunto, yo tengo los datos, yo nací,
yo me fui, yo me quedé: Yo no soy tú.” El otro o la otra simplemente niega lo
anterior y adelanta su contra-lista. Por
favor llene el espacio en blanco: Todos somos _________________.
Lo urgente para los que
participan de estos “intercambios” no es verificar la veracidad o diferencia de
los mismos, ni tan siquiera considerar matices o paradojas irreductibles entre
ellos. Diosnoslibre, eso significaría
admitir que no se sabe algo sobre estos asuntos, haber estado equivocado y nadie
va a abrirse a un cambio de opinión o posición ante estos asuntos. Se trata de
garatear (no importa el volumen o el vocabulario) de movilizar una retórica
genuflexa, entre el desespero y la angustia, entre la humorada y la retórica, un
contragolpe que le cierre la boca al otr@.
El patetismo y la chatura de todo es inagotable como insoportable. Los
ganadores de estas olimpiadas de opinionología, la mayoría, el sentido cómun,
“el pueblo”, “la calle”, los hiper-visibles proceden después de haber recibido
el premio en el field day a legitimar el ethos
que de antemano había decidido los términos de la victoria. El regalo ha sido entregado y utilizado con
efectividad y ya devuelve la imagen siempre espléndida que nos identifica como
una identidad idéntica a su promesa, como un dispositivo que confirme la
superioridad de la cepa de la cual provienen. Y ahora, a gozar sin pausa y sin
tregua.
Es duro aceptar aquí la soledad o la derrota política pero
sólo atravesándola puede surgir otra cosa. La impaciencia de algunos incluso
para mantener la compostura ante tanto discurso chato, el desespero ante las denegaciones
agitadas de “los demás” para lidiar con situaciones o temas medulares si bien,
me parece, comprensible y hasta puedo compartirlos, de ningún modo contribuye a
la construcción de una caja de resonancia política democrática. Añadiría que
ocurre algo más perturbador. En esa pérdida de temple o paciencia nos topamos
con que no hay tal lenguaje nuestro y
un lenguaje de los demás. Entiendo
las retiradas, celebro y aspiro a fugas o silencios irrevocables que se niegan
a pedir o rendirle cuentas a los dueños del quiosco. Estas decisiones
mantenidas con consistencia son coherentes e incontestables. Pero perder la lucidez o negociar el deseo
crítico es, con todo rigor, contemplar cómo se (nos) va la guagua de las
oportunidades políticas o, sencillamente, contribuir a esta situación obturada.
No se trata de fundar una suerte de oficina para la regulación del adjetivo
infamante, la sananería ecuménica y la gansada culturosa, mucho menos exigir la
medicalización del destemple o el hartazgo en la arena pública puertorriqueña,
sino quizás de esforzarnos por des-personalizar los modos de representación de
nuestras ideas y argumentos y de polemizar. Esforzarnos por hacer silencio, practicar
la espera como invitación a la palabra del otr@, abrir un espacio para que se
escuche una reflexión que no concuerde con la mía o con mis maneras. Esto por
sí mismo no desactivará la autoridad del mediático narcisismo boricua en
esteroides, pero a lo mejor podría ayudar a encaminarlo hacia su apremiante
proceso de desintoxicación.
El odio a la complejidad, así
como la desconfianza, el encono, o el silencio ante cualquier discurso que
imagine modos de destrabar esta teatralización vitriólica del diálogo político
es una reacción auto-inmune ethos puertorriqueño.
Hay que asumirse como cuerpo extraño, incluso como extranjero sin pedir perdón,
dar explicaciones, ni esperar las gracias.
Hace tiempo que el regalo ha sido in-corporado por el ethos institucional y éste es eficiente
en detectar esos cuerpos extraños que ha reconocido a regañadientes como cuerpos
críticos. Cuánta resistencia y rechazo a tocar todos esos temas o discursos que
exhiban nuestros dobleces, imposibilidades, imposturas y fracasos. Cuánto
parecido con el nacionalismo norteamericano que insiste en que todo es posible,
que no hay obstáculo que pueda ser rebasado con un fulgurante yes we can. El
pálpito de la crítica, su tono o sus maneras, es el índice que le anuncia a la
entrega identitaria que un cuerpo extraño conspira para “tentarnos” y llevarnos
por el camino de la perdición, dilapidando sin remedio el histórico regalo
entregado por el Universo. (Aquí suenan trompetas.)
Pero mijo qué es lo que tú
quieres
¿Qué demanda de nosotros ese
imaginario donado por nuestra tradición? Una suerte de espejo que confirme la
perpetuidad de ese rostro ideal, la mejor esperanza, la más bella sonrisa de un
Universal que no requiere de análisis o cuestionamientos. Eso que debe entregarse en la entrada por todos aquellos que deseen
usar la palabra en la esfera pública puertorriqueña es cualquier imagen, idea o
lengua que estropee el ritual o resista la banal (aunque ruidosa) domesticación
de aquellos conflictos constitutivos de la política. Usar la palabra allí parece ser la fantasía secreta de
quien proyecta la futura inauguración de su busto, paseo peatonal o retrato en
el salón hogar de la Nada Política de la Patria Puertorriqueña. Peor aún, la
exhibición del sufrimiento nada irreal que supone soportar esta situación
cotidiana como un acto de contrición pública.
Dicho imaginario entregado por
la necedad y el apocamiento puertorriqueños de los últimos días necesita
mantener en las mejores condiciones posibles al espejo, no importa la realidad
material básica de la sociedad puertorriqueña, pues dicha pantalla (vacía) es
la forma misma de la denegación de sus clases políticas y considerables sectores
intelectuales ante la catástrofe de sus instituciones y la administración infructuosa
de la penuria cotidiana. La capacidad de re-presentación de dicho espejo, su
capacidad de inclusión de sólo aquello que le es idéntico es rigurosa y de
manera íntima se relaciona con el goce y con el hambre de reconocimiento del
Edipo puertorriqueño. Este espejo canaliza, además, el ay-bendito
puertorriqueño y comercia con el eso-es-lo-que-hay-papá. La obligatoriedad de
esta creencia identitaria insiste en la construcción de un altar o monumento
que nos proteja del final. Nos toca
postrarnos aunque inventemos, a diario, nuevos modos de la fiesta y la
jodedera. Ahí nadie debería
sorprenderse si la crisis discursiva de la res
pública es consonante con la crisis económica e institucional mientras proliferan
todo tipo de avivamientos de la fe y la esperanza, o la celebración huera de
dudosos índices de productividad. Estos rituales están en sintonía con las
lógicas del capitalismo neoliberal y no le hacen la más mínima mella a sus
instituciones y a sus agendas. Al contrario, esta actitud positiva y
esperanzada, gana incontables adeptos y portavoces, que trabajan a sabiendas o
no para aquello que de ninguna manera transformará las condiciones del presente.
Pregunto y ya termino. ¿No será obsceno haber soportado tanto trabajo y
sufrimiento para que al final de la jornada nunca recibas tus regalías?
Textos
citados
Calderón, Tego. El abayarde. White Lion, WL004, 2002.
Derrida, Jacques. Monolingüismo del otro o la prótesis del origen. Trans. Horacio Pons. Buenos Aires: Manantial, 1997
[1996].
Duchesne Winter. Juan. Fugas incomunistas. Ensayos. San Juan:
Ediciones Vértigo 2005.
Lamming, Georges, The Pleasures of Exile. Ann Arbor: The
University of Michigan Press 1992 [1960].
Pabón, Carlos. Nación Postmortem. Ensayos sobre los tiempos
de insoportable ambigüedad. San Juan: Ediciones Callejón, 2002.
---. Polémicas: política, intelectuales, violencia. San Juan: Ediciones
Callejón, 2014.
Palés Matos,
Luis. La poesía de Luis Palés Matos. Edición crítica. Ed. Mercedes López-Baralt.
San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1995.
Rodríguez-Santana,
Ivette. Conquests of Death. Disease, Health and Hygiene in the Formation of
a Social Body (Puerto Rico, 1880-1929). PhD Dissertation. New Haven:
Sociology Department, Yale University, 2005.
Torrecilla, Arturo. La ansiedad de ser puertorriqueño:
etnoespectáculo e hiperviolencia en la modernidad líquida. San Juan:
Ediciones Vértigo. 2004.
[1] Jacques Derrida al definir “el monolingüismo
impuesto por el otro” insiste en que se trata de una “ley llegada de otra
parte” […] “heterónoma” que insiste en ser asumida como si el sujeto se la diera a sí mismo o como si naciera de sus
adentros: “El monolingüismo impuesto por el otro opera fundándose en ese fondo,
aquí por una soberanía de esencia siempre colonial y que tiende, reprimible e
irreprimiblemente, a reducir las lenguas al Uno, es decir a la hegemonía de los
homogéneo. Se lo comprueba por doquier, allí donde esta homo-hegemonía sigue en
acción en la cultura, borrando los pliegues y achatando el texto. Para ello el
mismo poderío colonial, en el fondo de su fondo, no necesitar organizar
iniciativas espectaculares: misiones religiosas, buena sobras filantrópicas o
humanitarias, conquistas de mercados, expediciones militares o genocidas” (Derrida 58).