Mariscos
"El molusco que se arrastra sobre su abdomen fue el pobre siervo de la gleba. El pulpo, con todo su orgullo, su hinchazón, su ronquido, mal nadador y andarín nulo, no deja de ser por eso el siervo de la casualidad: sin su potencia de embotamiento no hubiese podido vivir. El bélico crustáceo, sucesivamente tan grande y tan pequeño, ya terror, ya irisión de los demás, sufre las muertes alternativas en que hace el papel de esclavo, de presa y aun de juguete de los más débiles".
Jules Michelet, "X. Crustáceos. La guerra y la intriga", El mar. Buenos Aires: La Nación, 1909. 120.