Tainificar(nos)
Tainificar(nos)
Juan
Carlos Quintero-Herencia
Ante los terremotos y la erosión ética que descarga —cual esfínter—la política y las administraciones gubernamentales sobre la ciudadanía, los puertorriqueños podríamos considerar regresar a la edad de piedra. Pero regresemos todos, todas las clases sociales, todas las identidades, de manera absoluta, a instaurar una soberanía impermeable a la historicidad y las éticas democráticas: un altar viviente a la corrección de los martirizados por la anomia centenaria, como también un templo para el ay-bendito y los por-pocos que la ineptitud bienintencionada de tantas administraciones ha producido. Quien no regrese, por supuesto, seguirá siendo lo que es, un traidor. Así matamos dos penurias de un tiro. Por un lado, construimos una sociabilidad tribal abierta, orgullosa de ser lo que es, que ya no esconda su condición y parentesco con la feligresía hegemónica de todos los días. Por el otro lado, honramos, de una vez y para siempre, a nuestros antepasados “libres”: los taínos. Habrá visibilidad, carpas con artesanías y quioscos para todos.
Tainificar(nos): Desalojar para siempre cualquier orden constituyente, cualquier polemos democrático y restituir la “sociedad del yucayeque” o re-editar el muy inclusivo y participativo palenque-reino cimarrón. Así, Boriquén, “la tierra del altivo señor”, re-encarna geográfica e históricamente sobre el archipiélago caribe. El “ahogo de Salcedo” y sus héroes será efeméride y se erigirá una estatua de los aguerridos eñangotaos en espera ante el muerto que no despierta. Será un reto estético representar el olor del muerto. El devenir cristiano, sincrético o transculturado de todo el territorio será inseparable de esta tribalización, por supuesto.
Tainificar(se) es mantener a raya todo
aquello que sea raro, extraño, complejo que no se pueda explicar —sin
palabreos— gracias al magnánimo y prudentísimo lenguaje del arroz con habichuelas.
Se entenderán y honrarán entonces prácticas como la extinción de cualquier plan para la mitigación de cualquier cosa,
la improvisación, el remache o el corre-corre de última hora.
Tainificarse es cimarronearse,
de-colonizarse, emanciparse in extremis sacrificando cualquier potencialidad
de ciudadanía moderna a los pies del dios del hormiguero y del sálvese quien
pueda. Se trata del sueño mojado de todos esos que añoran la desertización de
la isla. Pero es una opción con peso simbólico, cultural e identitario
considerable, que generará pautas de visibilidad e inversiones antropológicas y
turísticas de diverso tipo. Sólo un regreso anacrónico incondicional, avivado
por el furor reaccionario de nuestra cultura política mantendrá fuera de nuestras
playas al capitalismo y descolonizará de inmediato el territorio dedicado al yucayeque.
Con nuestras piedras y desechos haremos de la isla una suerte de vitrina de
museo sellada, amurallada contra la historicidad y los reclamos de justicia y
equidad que nunca son positivos, mucho menos optimistas. Todos deberemos
hacernos la prueba de sangre y el registro dental que garanticen nuestra
genealogía taína. Y sí, con el arco y con la flecha (aunque sean otros
materiales o armas) nos protegeremos como se protegieron esos hermanos
solidarios de la isla Centinela, cuando aquel misionero estadounidense intentó acercarse
a evangelizarlos y ¡zas!
Demás está decir que nos colocaremos a
la vanguardia de las sociedades sustentables con un porcentaje bajísimo de
impacto ambiental. No habrá pampers cagaos al pie de la palma, desperdicios en
las playas, ni descargas de contaminantes en las aguas. Aquellos que alguna vez “simularon”
un sistema de reciclaje serán reconocidos como visionarios guerreros del
clandestinaje. Maestros.
Repensar la naturalidad y cuestionar
radicalmente los beneficios de la electricidad o de los anti-bióticos, de la
refrigeración y no pocos triunfos de la ciencia moderna. La isla de Puerto Rico
como un campo-programa de televisión de supervivencia permanente donde se
formarán los Tarzanes del futuro. Nuestros héroes serán figuras titánicas que
con tesón, valor y gallardía apaciguan o vencen al huracán o al terremoto. Es
probable que se re-instauren los sacrificios humanos o el robo de mujeres. La
isla será una urna sellada y en su interior vibrará un circo etnológico
intransigente con todas las banderas que sean necesarias. Un recinto en perpetua
resistencia ante cualquier iniciativa que no sean las comunales y las heredadas
por la tradición de pura cepa. Adoración perpetua al eso es lo que hay. Instaurar
un reino como dios manda para el sacrificio y la fiesta. El/la, los, les
caciques serán los que repartan el bacalao y enchufen a los suyos en el dujo de
los elegidos. El hoyo de la tierra para todos los demás.
Despedirse de las construcciones
modernas y regresar a los bohíos que, durante los terremotos, de colapsar,
dudosamente aplasten a los durmientes. No habrá que preocuparse por el
mantenimiento del tendido eléctrico, por las carreteras, por los suministros, las
escuelas. No se pagarán impuestos, sino tributos al Altivo Señor o Señora. La
agricultura regresa de la mano de la esclavitud o del trabajo semi-esclavo. Como
no hay carreteras no habrá policías sino en las inmediaciones y al interior de
los grandes complejos hoteleros. Los visitantes, turistas y académicos recorrerán
el yucayeque dentro de enormes guaguas de cristal blindado.
¿Mantener y proteger las instituciones? ¿cuáles instituciones? Por favor, patrañas del enemigo es lo que son.
¿Mantener y proteger las instituciones? ¿cuáles instituciones? Por favor, patrañas del enemigo es lo que son.
Cualquier cosa antes que la libertad y
cuidar el buen vivir de todos.
20-21 de enero de 2020, Silver Spring, Maryland
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